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jueves, 1 de agosto de 2013

Epidemias de intoxicación por mercurio

El hidrargirismo de los mineros de Almadén. Ciudad Real, España (400 A.C-2003)

   Las minas de Almadén pueden considerarse uno de los primeros puntos del mundo en los que se ha producido una epidemia de intoxicación por mercurio, y en los que se ha mantenido durante más tiempo. Las minas de Almadén se encuentran en la provincia de Ciudad Real, y son el mayor yacimiento de mercurio del mundo; de él ha salido aproximadamente un tercio de todo el usado por la humanidad. Cesó su actividad en el año 2003, y por su extensión histórica bien podría merecer un libro entero.

Foto 1. Cinabrio (HgS)
   A lo largo de la historia, el yacimiento de Almadén ha sido explotado por cartagineses, romanos, musulmanes, distintos reyes cristianos y las familias de banqueros Fugger y Rothschild. Durante mucho tiempo fueron esclavos y forzados los encargados de extraer el cinabrio (sulfuro de mercurio); primero para la elaboración de bermellón, un pigmento de color rojo obtenido de la pulverización del mineral, después para obtener el mercurio metálico Hg0, que durante la época colonial fue usado para la amalgamación de la plata y el oro extraídos de las colonias españolas de América. En la historia más reciente ha sido usado para la producción de amalgamas dentales de "plata", fabricación de PVC, conservantes de vacunas, antisépticos como la mercromina, termómetros, barómetros, lámparas y muchos otros productos.

Foto 2. Mineros trabajando
   Durante la antigüedad y en la época colonial, las medidas de seguridad usadas por quienes trabajaban en estas minas fueron nulas, y durante el siglo pasado fueron muy precarias, por lo que las intoxicaciones como consecuencia de los vapores de mercurio que allí se respiraban fueron continuas. Los mineros solían presentar anemia, catarro, hipotermia, temblores, deterioro intelectual, neumonía y otros muchos síntomas. Aún hoy se pueden encontrar mineros jubilados que habiendo sobrevivido a los rigores de las minas, conservan secuelas del hidrargirismo. Aunque estas intoxicaciones suelen llevar por lo común a una gran incapacidad antes que a la muerte, el número de muertos como consecuencia de las complicaciones producidas por estas intoxicaciones durante la historia de esta explotación es incalculable. En el año 1778 el médico español José Parés y Franqués hizo una descripción muy completa de la patología sufrida por los mineros en un libro titulado "Catástrofe morboso de las minas mercuriales de la villa de Almadén del azogue".

   En este caso la relación causa-efecto entre la actividad minera y la intoxicación por vapores de mercurio era y es evidente y ampliamente conocida. Durante la mayor parte de la historia de Almadén, ni siquiera existió algo como una "autoridad sanitaria", de modo que no tiene mucho sentido preguntarse como fue su actuación. Cuando la minería era realizada por esclavos o presos condenados a trabajos forzados, los gestores de las minas no debían demasiadas explicaciones, de modo que los encargados de la explotación podían limitarse a azotar a quien dejara de extraer el cinabrio, sin muchos miramientos por lo intoxicado que estuviera.

   Durante el siglo 20, gracias a algunos médicos e ingenieros, se fueron mejorando muy lentamente las condiciones de trabajo, articulando cierta asistencia sanitaria, saunas y lugares de retiro para que los mineros intoxicados eliminaran parte del mercurio a través del sudor, se oxigenaran, y así pudieran volver a trabajar. Estimar cuantas personas han podido intoxicarse en Almadén es una aventura arriesgada, basta decir que probablemente haya sido el epicentro mundial de la intoxicación por mercurio.


La acrodinia infantil. Australia, Norteamérica y Europa Central (1812-1954)

   La acrodinia infantil fue reconocida por primera vez en Francia en 1828. En 1830 Chardon introdujo el término "acrodinia". En 1903 un médico alemán llamado Selter describió 8 casos en niños de entre 1 y 3 años. Estos niños presentaban manos y pies rosados, periodos alternados de irritación y apatía, insomnio, dolor en las extremidades, sudoración, erupciones cutáneas, fotofobia, descamación de la piel, picazón, salivación, aflojamiento y/o pérdida de dientes, debilidad muscular, problemas digestivos (pérdida de apetito, perdida de peso, estreñimiento..) y otros síntomas.

Foto 1. Mano de niño con acrodinia.

   Durante más de 100 años que duró  la epidemia, surgieron muchas teorías sobre las causas de la enfermedad. Se pensó que se podía deber a infecciones crónicas, a deficiencias nutricionales como falta de vitaminas, a desordenes del sistema nervioso simpatético, a insuficiencia suprarrenal o a intoxicación por mercurio. La primera vez que se sugirió que el mercurio podría ser la causa de esta enfermedad fue en 1846, sin tener demasiados seguidores, la siguiente fue ya en 1922. Finalmente entre 1948 y 1953 Warkany y Hubbard identificaron al mercurio como el agente causante, que hasta entonces era usado en distintos productos para el cuidado de los niños. Por entonces, era frecuente dar a los niños unos "polvos dentales" (del inglés teething powders) durante el periodo de crecimiento de sus dientes, ya que estos les calmaban y se consideraba beneficioso para ellos. También se les solían asociar otras bondades como mejorar el tránsito intestinal o evitar los parásitos. Estos polvos fueron usados desde 1812 y contenían cloruro de mercurio (calomel). Tras su retirada del mercado la epidemia cesó. 

Foto 2. Polvos dentales Steedman's

   Esta enfermedad afectaba a 1 de cada 500 niños expuestos a estos compuestos mercuriales, lo que muestra que algunos niños tienen una sensibilidad al mercurio mayor que el resto. Este es un detalle muy importante para entender gran cantidad de casos de autismo por vacunación, y la prevalencia de la enfermedad de la amalgama en adultos.

La enfermedad del sombrerero loco. Inglaterra, Francia y Estados Unidos (1840-1941)

Foto 1. Factoría de Danbury en el
estado de Connecticut (USA, 1938)
   Durante el siglo 19 y principios del 20, se extendió enormemente la moda de los sombreros de fieltro, convirtiendo a esta industria en un negocio multimillonario. El fieltro solía fabricarse con pieles de roedor a las cuales había que quitarles el pelo. Para que esto fuera más fácil, las pieles se trataban con nitrato de mercurio (antes de 1840 se usaba orina), y de este modo el pelo se separaba con facilidad. Sin embargo, esto dejaba residuos de mercurio en las pieles, y durante el proceso de fabricación los trabajadores respiraban sin saberlo los vapores de mercurio que se liberaban, lo que hizo que la intoxicación por mercurio se convirtiese en un fenómeno muy frecuente dentro de la profesión. De ahí procede la expresión inglesa "mad as a hatter" (loco como un sombrerero). La foto mostrada fue publicada en el ”Public Health Bulletin”, No. 263, 1941, en un artículo titulado, ”Mercurialism and its Control in the Felt-Hat Industry", donde se muestra que aún entonces los trabajadores no usaban ninguna protección, ya que ignoraban los peligros del mercurio.

   La primera descripción clínica de intoxicación por mercurio en sombrereros no fue publicada hasta 1860; fue Addison Freeman quien lo hizo en "Transaction of the Medical Society of New Jersey", en un artículo titulado "Mercurial diseases among hatters". Los afectados presentaban inflamación de las encías y úlceras en la boca, pérdida de dientes, mal aliento, gingivitis, salivación, irritabilidad, timidez, aprensión e inquietud, desórdenes vasomotores (sudoración, sofoco...), parálisis de las extremidades, reflejos aumentados, anormalidades leves en el lenguaje, deterioro intelectual y alteraciones psíquicas. Entre los síntomas más tempranos se encontraban las parestesias (hormigueos), y entre los casos más avanzados la ataxia, reducción del campo visual, disartria, alucinaciones y otros tantos. Primero en Francia e Inglaterra y mucho más tarde en Estados Unidos, el uso de nitrato de mercurio fue prohibido en la industria de los sombreros.

Foto 2. Titular de 1955 en el periódico The New York Times.

   Para la mayor parte de la gente, permaneció durante mucho tiempo como una enfermedad de origen desconocido, y a los afectados simplemente se les calificaba como dementes o locos. Prueba de ello es que habiéndose documentado ya en 1860 casos de envenenamiento por mercurio entre sombrereros, en Estados Unidos no se tomaran medidas hasta 80 años más tarde, dando muestras del poco interés que despertó en las autoridades sanitarias de la época.

La enfermedad de Minamata. Minamata, Japón (1932-1968)

   Este caso dio nombre a la enfermedad de Minamata. Fue producido por la empresa Chisso, dedicada a la fabricación de PVC, al contaminar con mercurio y durante muchos años (unos 30) la bahía de Minamata. En 1956 se detectaron los primeros casos en el hospital de la empresa Chisso, donde supusieron que se trataba de una enfermedad infecciosa; casi todos los afectados iban muriendo.


   Tuvieron que pasar 3 años hasta que los investigadores identificaron al metilmercurio como el causante de la epidemia, y no fue hasta 1960 cuando empezaron a reducirse los casos de envenenamiento, ya que una vez la gente supo cual era la causa de la enfermedad, dejaron de consumir pescado de las aguas de la bahía de Minamata.

   Es de suponer que antes de que se detectaran los primeros casos en hospitales, las afectados fueron sufriendo un inexplicable deterioro de su salud. Los síntomas más frecuentes eran alteraciones sensoriales, reducción del campo visual, alteraciones en la coordinación y disartria, pero la población con síntomas infrecuentes era incluso mayor que la que tenía síntomas frecuentes. El incidente pudo afectar a 12.000-17.000 personas, de las cuales sólo unas 2.200 (los casos más graves) fueron reconocidos como tal por la sanidad pública. Si quieres más información (en inglés) pincha aquí

   Entre 1960 y 1965 se produjo una repetición de estos hechos también en Japón, aunque a una escala menor y disponiendo ya de la información de Minamata. Esta vez se debió a la contaminación del río Agano a las orillas de la localidad de Niigata por parte de la empresa Showa Denko. Afectó a 120 personas y 6 murieron.

El desastre del grano envenenado. Iraq (1971-1972)

   La epidemia conocida como el desastre del grano envenenado de Iraq de 1971 se produjo por un cargamento de semillas procedente de los Estados Unidos, que habían sido tratadas con mercurio orgánico como fungicida. Las víctimas fueron agricultores y sus familiares. Estos se encontraban distribuidos a lo largo y ancho de todo el país, pero resultaron especialmente afectados los de las provincias del norte (Mosul, Kirkuk y Erbil). El incidente pudo afectar a unas 50.000 personas aunque sólo 6.530 fueron admitidas en hospital como envenenados.

   Se puede encontrar una descripción más completa en el artículo "Methilmercury poisoning in Iraq" publicado en 1973 en la revista Science. Si quieres más información (en inglés) pincha aquí

La enfermedad de la amalgama. Global (1826-actualidad)

   La amalgama dental de "plata" (el 50% es mercurio) ha estado rodeada de polémica desde su nacimiento, y ha sido prohibida en distintos países del mundo y en distintos periodos a lo largo de su historia. En el año 2008 dejó de usarse en Suecia, Noruega y Dinamarca tras recibir informes críticos, y en otros países su uso está restringido para algunos grupos de población.

   En la actualidad, la enfermedad de la amalgama (amalgam illness), teniendo la misma causa que las anteriores epidemias y una importante incidencia (no oficial), sigue sin ser ni informada ni abordada por los responsables sanitarios de la mayoría de los países. Actualmente, a los afectados o bien no se les reconoce afección alguna, o son clasificados como enfermos crónicos y tratados farmacológicamente para atenuar sus síntomas, pero sin reconocer el mercurio como la causa del problema, condenándoles a una vida de incapacidad y padecimientos innecesarios.

   La enfermedad de la amalgama se produce como consecuencia de una exposición crónica a vapores de mercurio vía respiratoria, y a mercurio inorgánico vía digestiva. La intoxicación se produce de manera muy lenta y a bajas dosis. Los factores que hacen que la persona llegue a enfermar son su sensibilidad individual (aclaramiento lento de mercurio, respuesta inmune anormal), y la dosis, determinada por el número de amalgamas, su estado de corrosión (contacto con otros metales, agrietamiento por roturas...) y algunos hábitos (como mascar chicle continuamente...).

   Suele ser muy difícil relacionar causa y efecto, ya que los síntomas suelen comenzar años después de la colocación de los empastes. Existe una importante dificultad diagnóstica, dado el desconocimiento de esta situación por parte de los profesionales de la salud, la amplia variabilidad de síntomas y la ausencia de una "prueba de oro" para su detección.

Dr. Alfred Stock
   El químico alemán Alfred Stock, director del Instituto de Química Kaiser-Wilhelm, ya entre 1926 y 1936, tras sufrir una severa intoxicación por vapores de mercurio junto a su equipo de trabajo, publicó varios artículos relacionados con el vapor de mercurio (ver aquí) y alertó sobre los peligros de las amalgamas dentales, fruto de lo cual finalmente se abandonó el uso de las amalgamas de cobre (más tóxicas que las de plata). No obstante, entonces no se conocían los agentes quelantes que hoy sí se conocen, y la intoxicación crónica por mercurio no podía ser tratada con la efectividad que puede serlo hoy en día (si se diagnostica y se sabe como tratarla).

   El mejor conocimiento que tenemos de la patología ha sido publicado por las propias personas que han sufrido de una intoxicación por mercurio en algún momento de su vida (Alfred Stock, Jaro Pleva, Andrew H. Cutler...). Distintos médicos y odontólogos como Hal Huggins, Paul Engel o Sam Ziff también observaron y describieron el problema. Algunos con más o menos acierto le intentaron buscar una solución.

   Desde el año 1999 existe una obra completa que describe detalladamente la patología, los criterios de diagnóstico, y la forma en que se puede tratar de modo seguro y eficaz. Su título es Amalgam Illness: Diagnosis and Treatment y su autor es el estadounidense Andrew Hall Cutler, Doctor en Ciencias Químicas por Princeston, quien sufrió en sus propias carnes un envenenamiento por el mercurio de sus empastes de amalgama.

El autismo por vacunación. Global (1980-actualidad)

   En 1930 comenzó a usarse el timerosal como conservante en vacunas. Este conservante está compuesto en un 50% por etilmercurio. Entre 1980 y 1999 fue aumentando el número de vacunas con timerosal que se aplicaban a los niños en los programas de vacunación, lo que hizo que recibieran hasta 190 ug de etilmercurio durante los primeros 6 meses de vida, y hasta 240 ug en los 2 primeros años. Simultáneamente fueron aumentando los desordenes del espectro autista. No hay datos oficiales sobre el número de niños que habiendo quedado autistas tras sus vacunaciones han podido revertir esta condición mediante terapia de quelación, pero se sabe que en Estados Unidos han sido muchos.

   Se trata de otra epidemia de intoxicación por mercurio en niños que tienen una mayor sensibilidad a esta neurotoxina. En estos casos la aplicación de repetidas inyecciones de etilmercurio durante los primeros años de vida, resulta en desórdenes del espectro autista. Además de los casos de recuperación tras terapia de quelación reportados por madres, hay multitud de evidencias que muestran el paralelismo entre los cambios producidos en el cuerpo durante la intoxicación por mercurio, y los observados en estos trastornos. Además, recientemente se ha observado una prevalencia mayor de autismo entre los nietos de supervivientes de acrodinia infantil que entre la población general, lo que es un indicio más de que los niños especialmente sensibles al mercurio, serían aquellos propensos a desarrollar desordenes del espectro autista, y probablemente estos mismos individuos, ya de adultos, sean víctimas preferentes de la enfermedad de la amalgama. Otras fuentes de exposición durante el embarazo o la lactancia como el pescado y las amalgamas dentales de la madre, pueden ser también importantes en la aparición de este tipo de problemas de desarrollo.

   Debido a la falta de investigación existente alrededor de la toxicología del etilmercurio, se suele usar información toxicológica relativa al metilmercurio indistintamente para evaluar los efectos del etilmercurio, existiendo diferencias significativas entre ambos compuestos. Los responsables sanitarios han negado la relación entre las vacunas y el autismo, sin embargo, desde el año 2001 se fue reduciendo el uso de timerosal en las vacunas para niños.

El síndrome de la guerra del Golfo. Estados Unidos/Kuwait (1991)

   Aunque es poco conocido y probablemente no se trate sólo de un problema de mercurio, quiero añadir este "fenómeno" producido tras la guerra del Golfo. Durante la operación Tormenta del desierto muchos militares estadounidenses que se encontraban en reserva fueron llamados a filas. Antes de partir hacia Iraq fueron inmunizados con una gran cantidad de vacunas. Poco después algunas de estas personas comenzaron a sentirse muy enfermas; desarrollaron depresión, trastornos de ansiedad, niebla mental, fatiga crónica, alergias, problemas gastrointestinales, migraña, insomnio, etc. Se puede encontrar mucha información por internet.

   Aunque no hay ningún tipo de información oficial para saber que otro tipo de toxicidades han podido sufrir estas personas, se pueden encontrar casos que nunca llegaron al lugar de conflicto y sin embargo enfermaron con síntomas muy similares a los de la toxicidad por mercurio a bajas dosis. Ej. una mujer desarrollo estos problemas tras recibir las vacunas y después mejoró al tener hijos, que desarrollaron problemas inmunológicos y desordenes del espectro autista. Se sabe que el embarazo produce un efecto "quelante", lo que podría explicar esa situación. Por desgracia, parte del mercurio se puede excretar a través de los hijos, que podrían haber sufrido problemas de desarrollo cerebral, entre otras cosas. Estas personas no han recibido atención adecuada por parte de las autoridades sanitarias y son en su mayoría enfermos crónicos.

Conclusiones

   Para entender las intoxicaciones por mercurio que se producen en el presente, lo mejor es mirar a las que ya se han producido en el pasado. La enfermedad de la amalgama es un problema actual que afecta a muchas personas de una manera velada. Algunas personas sufrieron esta enfermedad y nunca la identificaron correctamente. Otras la sufren, sospechan, contra el consejo médico se retiran sus empastes y mejoran notablemente. Algunas personas se intoxican tras una extracción insegura. El resto de los afectados, no saben lo que les sucede y los médicos les aplican tratamientos crónicos que jamás les curarán. Siendo tanto las reacciones alérgicas como la intoxicación por mercurio de amalgamas dentales hechos conocidos, siguen sin ser tenidos suficientemente en cuenta por las corrientes mayoritarias de la medicina.

   La enfermedad de mad hatter (del sombrerero loco) es probablemente la epidemia más parecida a la enfermedad de la amalgama dentro de las intoxicaciones por mercurio, ya que se trata también de un envenenamiento crónico por vapores de mercurio vía respiratoria que se producía lentamente y cuyo origen permanecía desconocido para los afectados y para el resto de la sociedad durante su tiempo.

   La hidrargiria de los mineros es también producto de un envenenamiento por vapores de mercurio vía respiratoria, pero la gran diferencia es que aquí la fuente del envenenamiento esta clara, por lo que quien enferma no debe tener dudas sobre la causa de su enfermedad. Hay que tener en cuenta que ninguna persona con una especial sensibilidad al vapor de mercurio permanecía en el oficio durante demasiado tiempo.

   La enfermedad de Minamata, por ser producida por el metilmercurio (orgánico) vía digestiva, está más alejada de la enfermedad de la amalgama desde el punto de vista toxicológico, aunque el factor común es la ignorancia de los afectados sobre el origen de su enfermedad. En los casos más avanzados la sintomatología era muy evidente, con alteraciones muy llamativas y poco comunes. Como epidemia es también muy informativa, sobre todo por su tratamiento político. Las víctimas no fueron indemnizadas hasta décadas más tarde, cuando ya quedaban pocas, y sólo en una pequeña parte de los casos.

   El grano envenenado de Iraq mostró una intoxicación similar a la de enfermedad de Minamata, por ser también una intoxicación por mercurio orgánico vía digestiva y también porque estuvo localizada en un lugar concreto y en un colectivo en concreto.

   La acrodinia infantil es una intoxicación por mercurio inorgánico vía digestiva en niños especialmente sensibles. Hay que tener en cuenta que el mercurio inorgánico no se absorbe demasiado bien en el intestino y no atraviesa la barrera hematoencefálica. Sin embargo, hoy se sabe que parte del mercurio inorgánico ingerido es transformado en metilmercurio por bacterias presentes en la saliva y en en el intestino, el cual se absorbe casi tan bien como vía intravenosa. El metilmercurio si atraviesa la barrera hematoencefálica y debido a ello afecta también al sistema nervioso central.

   El autismo por vacunación es una intoxicación por inyecciones de etilmercurio (orgánico). Este compuesto atraviesa la barrera hematoencefálica sin ningún problema por lo que afecta al sistema nervioso central. Afectaría a niños especialmente sensibles, al igual que la acrodinia infantil, y la exposición se produciría durante los primeros meses y años de vida.

   La enfermedad de la amalgama tiene como particularidad que no está localizada en un lugar en concreto (iraq, minamata...) ni en un colectivo en concreto (sombrereros, mineros, agricultores...), sino dispersa por el mundo como lo está la amalgama dental. A lo largo del tiempo, la composición de las amalgamas dentales ha variado y con ello su estabilidad y la severidad y cuantía de las intoxicaciones producidas. También han ido cambiado las técnicas usadas en odontología, algunas de las cuales afectan al riesgo de intoxicación, como la preparación "artesanal" (no predosificada) de la amalgama, la extracción insegura de amalgamas o la corrosión galvánica por el uso de metales disimilares. Otras prácticas como el uso continuo de chicles de nicotina podrían también afectar a algunas personas. Como en la acrodinia y el autismo por vacunación, la sensibilidad al mercurio juega un papel importante.

Última actualización: 1 de Agosto de 2013.

lunes, 14 de enero de 2013

Intoxicación por mercurio de amalgamas: Un problema político

   Muchas personas sufren problemas de salud producidos por sus empastes de amalgama y desconocen que el mercurio que éstos liberan en su boca es la causa de ellos. Quienes finalmente lo hemos averiguado lo hemos hecho después de muchos años de padecimientos inexplicables (o ridículamente explicados).

   Algunas personas han muerto como consecuencia de estas intoxicaciones (hay casos documentados en revistas de hace años), por suicidios o complicaciones derivadas del deterioro que se puede producir durante la intoxicación. Otros se han pasado su vida miserablemente de médico en médico, resignados, con enfermedades degenerativas y/o estigmatizados con problemas psiquiátricos sin llegar a recuperarse nunca. Aunque algunas personas piensen que decir esto es alarmista, es símplemente la verdad; no se puede sacrificar a algunas personas para que el resto estén tranquilas.

   Todo esto además lo puede deducir quien haya sufrido el problema, por su evolución y su posterior recuperación tras los trabajos dentales, dado que antes de ellos íbamos a peor y con muy malas expectativas, así como por casos con menos fortuna de entre asociaciones de afectados.

   Dado que la mayor parte de las personas que aún tienen amalgamas dentales ni siquiera saben que éstas están compuestas por mercurio metálico en un 50%, en caso de darse las circunstancias necesarias para que su salud comience a deteriorarse, será muy complicado que lleguen a asociar sus problemas a ellas, y según en que aspectos les afecte más así acabarán en un médico o en otro, probablemente pasen por varios: endocrinos, internistas, alergólogos, dermatólogos, neurólogos, psicólogos y psiquiatras, para finalmente acabar tomando múltiples fármacos de por vida en el intento de controlar sus síntomas.

   La creencia de la mayoría de los médicos en que las intoxicaciones por mercurio sólo se producen en el ámbito laboral (es lo que les dicen sus libros), hace que la toxicidad por mercurio a bajas dosis no forme parte de los procesos de diagnóstico en los sistemas de salud, que los casos existentes no lleguen a registrarse, y en consecuencia que no haya datos oficiales que reflejen la incidencia real de la patología, lo que a su vez se convierte el argumento principal usado por muchos para seguir afirmando que la amalgama dental es un material seguro, y para no tomar en consideración la patología en los procesos de diagnóstico (como no se diagnostica, parece que no existe y como no existe no se puede diagnosticar). Luego, los casos que salvando todas las dificultades (que son muchas) se registran en publicaciones, son minimizados como casos rarísimos que no merece la pena tener muy en cuenta.

   Lo cierto es que son bastantes los casos publicados tanto por médicos como por los propios afectados. Se sabe que hay distintas circunstancias (mascar chicle, galvanismo...) que multiplican la velocidad a la que se libera el mercurio de los empastes, y que no están controladas ni son conocidas por la inmensa mayoría de pacientes y dentistas, así como que se suma a otras fuentes de exposición (consumo de pescado, vapores en el aire, etc). Se han registrado casos en los que la liberación de mercurio de las amalgamas estaba bastante por encima de lo que se toma como referencia en los cálculos usados para afirmar su seguridad. Se sabe que una pequeña parte de la población es más propensa a sufrir una reacción adversa con el mercurio, bien por un aclaramiento más lento y/o una mayor sensibilidad a sus efectos neurotoxicos (hipersensibilidad), bien por una mayor respuesta inmune (alergia). Se sabe que si los mecanismos de excreción de metales del cuerpo no funcionan demasiado bien y/o si hay sinergias entre distintos tóxicos, la salud se deteriorará. Se sabe que el tiempo de vida del mercurio en el cerebro es muy largo (probablemente no exista un máximo), y que es ahí y en las glándulas endocrinas precisamente donde más se retiene durante la exposición a bajas dosis. Se sabe que todo el mercurio que no se excreta, se retiene, aumentando la concentración de este en los tejidos, que los límites de exposición laboral están tomados para una parte de la población seleccionada de manera natural por su resistencia al mercurio (trabajadores de la industria) y que ni siquiera en esos casos son seguros en el largo plazo, además de que los síntomas persisten años después de cesar la exposición

    La autoridades sanitarias han ido cambiando de opinión lentamente sobre el problema de la exposición al mercurio procedente de amalgamas dentales, y tras reconocerse que son la principal fuente de exposición para la población general (OMS 1991) y tras recibir informes contrarios a su uso, acabaron siendo prohibidas por los gobiernos de Suecia, Noruega y Dinamarca, mientras que por otro lado algunos organismos han seguido afirmando que las amalgamas dentales son seguras (SCENIHR y FDA).

   ¿Por qué el informe del comité SCENIHR sobre la seguridad de la amalgama dental, que se ha convertido en la posición oficial de la Comisión Europea, fue elaborado por 4 dentistas, 2 veterinarios y 1 toxicólogo? ¿No debería haber sido elaborado por un equipo de toxicólogos competentes en la materia? Probablemente en ese caso las conclusiones hubieran sido distintas, como se puede ver en este artículo, donde se desmontan una por una las conclusiones del SCENIHR, usando toda la evidencia científica disponible, y no sólo una parte.

   Incluso si uno cree realmente que los dentistas tienen una formación adecuada para juzgar la seguridad de un material en sus aspectos toxicológicos, ¿no tendría un propietario de patentes de amalgama como la Asociación Dental Americana (quien defiende en la FDA la odontología con mercurio) un conflicto de intereses al juzgar su seguridad?

   Muchos odontólogos son reacios a creer que las amalgamas que han estado poniendo durante años han causado muchas historias dramáticas e incluso trágicas, máxime cuando desde los colegios de odontólogos siguen afirmando que son seguras. No culpo a estos odontólogos. De hecho, algunos han sido también víctimas sin saberlo. Es lógico pensar de ese modo si quienes tienen que informarte no lo hacen. No parece verosímil que durante tanto tiempo se haya estado haciendo algo mal y nadie se haya dado cuenta. Pero lo cierto es que sí ha habido quien se ha dado cuenta, pero estas personas han pasado desapercibidas para la mayoría o se las ha censurado. Personas de ciencia como Alfred Stock, Jaroslav Pleva, Andrew H. Cutler, Bernard Windham o Maths Berlin han alertado en muchas ocasiones y el goteo de intoxicados ha sido constante.

   Mención aparte merecen las autoridades sanitarias españolas, cuya actuación ha sido nula. En cuanto a la representación de quienes defienden el uso de mercurio en la odontología española, véase consejo general de colegios de odontólogos, en su web se pueden leer una serie de "informes" escuetos que su presidente ha debido encargar a algunos dentistas con la intención de demostrar que las amalgamas dentales son seguras y que quien dice lo contrario es un vendedor de composites. Lo único que queda demostrado en ellos es que se ha invertido poco tiempo en hacerlos y que sus autores carecen de competencias para abordar un problema que es para toxicólogos que se hayan documentado. En cuanto a los alegatos con los que se presentan, además de que no ocultan un enorme prejuicio (incompatible con la ciencia), hay que decir que ofenden a las personas que han tenido que vivir una pesadilla a cuenta del mercurio de sus empastes de amalgama. Puedes encontrar en la sección de bibliografía una pequeña parte de la literatura que parecen desconocer estas personas.

   En los países donde se prohibió el uso de amalgamas dentales ya se resolvió el problema. Ahora la Comisión Europea estudia su prohibición en toda la UE, aduciendo motivos medioambientales como causa principal (cuestión malentendida por muchos), y así será como tal vez se resuelva el problema político.

    Lo esencial es que las personas que tienen empastes de amalgama y han sufrido un inexplicable deterioro de su salud, sepan que el mercurio que estas liberan puede ser la causa de ello, y que en ese caso extraerlas de manera segura e iniciar una terapia de quelación siguiendo un protocolo seguro (como el de Cutler), es el único tratamiento que necesitan, y que si hasta ahora no han podido obtenerlo ha sido por la inoperancia de las instituciones, y una falta de información a odontólogos y médicos.