martes, 24 de septiembre de 2013

La peligrosidad del vapor de mercurio, por Alfred Stock (1926)

   El siguiente artículo fue escrito por el químico alemán Alfred Stock en 1926 y publicado en la revista de química Zeitschrift fur Angewandte Chemie (ver aquí). Lo escribió tras darse cuenta de que había estado intoxicándose con vapores de mercurio en su laboratorio, junto a su equipo de trabajo. Fue el primero de una serie de artículos dedicados al mercurio.

   Es de las mejores descripciones que he leído sobre la intoxicación crónica por vapores de mercurio y además ya entonces alertó sobre los peligros de las amalgamas dentales, dando lugar a nuevas investigaciones que acabaron con el abandono de las amalgamas de cobre y con la idea de que la amalgama de plata debería ser abandonada una vez se encontrasen materiales alternativos. Por todo ello decidí que merecía la pena traducirlo al español.

La peligrosidad del vapor de mercurio
Por Alfred Stock, Berlin-Dahlem
Instituto de Química Kaiser-Guillermo
(9 de Febrero, 1926)

    Cuando tomo la decisión de hablar sin vacilar a un amplio círculo acerca de mis problemas personales, que ordinariamente no serían del interés de los demás ni dignos de publicación, estoy movido por el intenso deseo de alertar empáticamente a todos aquellos que tienen que tratar con mercurio metálico acerca de los peligros de este metal inestable, y para salvarles de las horribles experiencias que han echado a perder buena parte de mi vida. Hoy puedo hablar libremente acerca de ellas porque afortunadamente han acabado y quedan tras de mi a suficiente distancia.

    El insidioso horror del mercurio no es suficientemente bien conocido y se toma muy poco en cuenta en los lugares donde uno está especialmente amenazado por él, en laboratorios químicos y físicos.

    Durante los últimos 25 años he sufrido males, que al principio surgían sólo ocasionalmente, después fueron gradualmente empeorando y empeorando, y finalmente aumentaron a proporciones insoportables, por lo que desesperanzadamente dudé de mi capacidad para continuar trabajando científicamente. La causa no fue entendida ni por mi ni por muchos excepcionales médicos. Ellos pensaron que era posible que la causa pudiera encontrarse en la constitución especialmente estrecha de mis vías nasales y en una inusual irritabilidad de la mucosa nasal. Debido a esto, pasé décadas de tratamientos de la nariz con cauterizaciones, quemados, masajes, electrificación, y sangrientas operaciones. Sin éxito. Hace dos años –unos pocos de mis colegas cayeron enfermos con síntomas similares– fue descubierto accidentalmente que tenía que ver con un envenamiento insidioso por vapor de mercurio. En mis trabajos químicos, que conllevan pruebas con sustancias volátiles por el "método de vacío" -que usa tubos, bombas, manómetros, y válvulas de mercurio-(1), he estado en contacto constante con mercurio durante 25 años.

    Hoy no hay ninguna duda acerca del diagnóstico porque todos mis síntomas, aunque no se fueron completamente, han disminuido más o menos (2), tras haber evitado inhalar vapores de mercurio durante los últimos dos años sin el uso de otros métodos de curación.

    Primero describiré los síntomas como se desarrollaron en mi a lo largo del tiempo. Son idénticos en cada detalle a un envenenamiento insidioso por mercurio. Fui capaz de convencerme a mi mismo de esto a través de mis colegas y otros compañeros que sufrieron y aún sufren de envenenamiento por vapor de mercurio. Algunos de ellos se ve que no son conscientes del origen de sus dificultades. Muchos síntomas relevantes han sido, hasta ahora, descritos insuficientemente. En cualquier caso, el envenenamiento insidioso por vapor de mercurio no ha recibido la atención que merece.

    En mi caso, la situación empezó con leves dolores de cabeza intermitentes y una ligera somnolencia, que aumentó gradualmente a lo largo de los años a una constante inquietud y nerviosismo. La presión en la cabeza deterioró la capacidad para pensar. Empeoró y finalmente se volvió un molesto y casi ininterrumpido dolor de cabeza (se siente principalmente sobre los ojos). Tuve un fuerte vértigo, que estuvo ocasionalmente conectado con alteraciones visuales (visión borrosa y doble). Pronto las vías respiratorias superiores también estuvieron afectadas. Esto empezó con un leve resfriado pasajero. A eso le siguió una congestión nasal constante, que después fueron serias infecciones de nariz, garganta y senos nasales. Estas fueron sucedidas, una por una, casi sin interrupción por descarga de mucosas y costras, frecuentes dolores de garganta y dolores de oido junto con pérdida de audición y de olfato (se mantuvo algo de sentido del olfato; por ejemplo ácido ciánico). Había disgusto por el humo del tabaco. Durante los últimos años anteriores al reconocimiento del envenenamiento, hubo signos añadidos: un fuerte flujo de saliva, un gusto amargo, insípido en la boca, infecciones en los ojos y la mucosa oral. Hubo unas pocas ampollas, áreas sensibles e irritación en la lengua, el paladar, las encías y dentro de los labios y las carrillos. Hubo enrojecimiento de las encías y leve sangrado mientras cepillaba los dientes. Hubo dolor de muelas, retroceso de las encías, formación de bolsas y aflojamiento temporal de las encías. Sólo se revelaron los signos en la boca y en los dientes (en parte sólo alcanzaron su pico meses después del reconocimiento del envenamiento) porque, desde mi juventud, he estado tomando un especial cuidado de mis dientes (entre otras cosas todas las noches me enjuagaba con 1 y 0.5% de una solución de peróxido de hidrógeno y bicarbonato sódico). Si este no hubiese sido el caso, posiblemente podría haberme dado cuenta de la causa de mis problemas a través de infecciones en la boca.

    Otros signos fueron: cansancio mental y agotamiento, pérdida de inclinación e incapacidad para hacer cualquier trabajo, particularmente mental, y una mayor necesidad de dormir. Había temblores en los dedos y también algunas veces en los párpados. Hubo dolor en varias localizaciones del cuerpo, desgarramiento en la espalda y en las extremidades y presión en el area del hígado. A veces, hubo molestias estomacales e intestinales, pérdida de apetito, presión en la vejiga, episodios aislados de diarrea, que ocurrieron sin otra posible causa. Hubo repentinas erupciones cutáneas, por ej. en la parte interna de los brazos y los muslos.

    El signo acompañante más deprimente relacionado con el trabajo mental fue la disminución de la memoria. Mi memoria que previamente había sido excelente, se fue yendo más y más de lo deseado y se volvió peor y peor hasta que, hace dos años, sufrí una pérdida de memoria casi completa.

    Sólo con la ayuda de extensas notas y un gran esfuerzo pude armar un artículo científico o dar una conferencia. Olvidé un número de teléfono en el camino de la guía telefónica hasta el teléfono. Me olvidé de todo lo que una vez había aprendido de memoria. Olvidaba el contenido del libro o de la obra de teatro que acababa de leer o ver, así como de mi propio trabajo, que había sido publicado. Era imposible para mí recordar números y nombres. A menudo, olvidé incluso los nombres de buenos conocidos. Específicamente, perdí la capacidad para la aritmética y el cálculo matemático. También mi capacidad para jugar al ajedrez sufrió. El deterioro de la memoria, especialmente la de las personas y el empeoramiento de la capacidad para hacer aritmética, parecen ser signos peculiares del envenenamiento insidioso por vapor de mercurio. Esto se manifestó de forma evidente en mis compañeros de trabajo y otras personas a quien llegué a conocer que habían estado bajo la influencia de mercurio durante un periodo largo de tiempo. Poco después de que todos en el laboratorio habíamos encontrado lo que estaba mal en nosotros, nos sentamos juntos para poner sobre el papel una pieza completa de trabajo en la que teníamos que hacer un montón de matemáticas. Ninguno de nosotros fue capaz de sumar columnas de diez a veinte números de varios dígitos sin cometer errores.

    Mientras que mi capacidad física, por ej. el montañismo, no parece haberse debilitado, la capacidad de trabajar mentalmente ha sufrido un poco, aunque no de una forma tan devastadora como había sido el caso con la memoria. Sumado a ello estuvieron la depresión, y una inquietud interior molesta, que más tarde también causó sueño inquieto. Siendo por naturaleza sociable y cariñoso, me volví retraído, malhumorado, alejándome de lo público, estando lejos de la gente y de la actividad social, y desaprendí la diversión en el arte y la naturaleza. El humor se volvió oxidado. Los obstáculos que antes habría pasado por alto sonriendo (y que vuelvo a ver hoy de nuevo), me parecían insuperables. El trabajo científico me causaba un gran esfuerzo. Me obligué a mi mismo a ir al laboratorio sin ser capaz de conseguir algo útil a pesar de todos los esfuerzos. El pensamiento se volvió trabajoso y pedante. Tuve que negarme a trabajar en soluciones a preguntas que se encontraran más allá del alcance de mi mano. Las conferencias, que solían ser un placer, se convirtieron en una tortura. Los preparativos para una conferencia, la redacción de una tesis, o simplemente una carta, eran causa de un esfuerzo interminable en dar estilo al material y luchar con el lenguaje. No sucedió pocas veces, que escribiera mal las palabras o faltaran letras. No era agradable ser consciente de estas deficiencias, no sabiendo su causa, no sabiendo la manera de eliminarlas, y tener el temor de que se produjera un deterioro aún mayor.

    Todos los intentos por mejorar la situación fueron mal. Permanecer en las montañas durante muchas semanas no sirvió de nada. Me sentí casi tan mal como en Berlín. Los tratamientos y operaciones de nariz a veces produjeron una breve mejoría, sin embargo, nunca fue un alivio duradero. Fue peculiar que todas las dificultades mentales desaparecieron durante unas horas cuando el médico trató ciertas áreas de la mucosa de la nariz superior con cocaína. Cuando la parte derecha fue tratada, el dolor de cabeza y el vértigo desaparecieron, a veces en unos pocos minutos; la memoria, la inclinación al trabajo, y el buen humor reaparecieron, pero, por desgracia, sólo como invitados fugaces. A veces he hecho uso de esta posibilidad antes de una conferencia, una reunión importante, etc.

    Como ya se ha indicado, mis colegas en el laboratorio, mis ayudantes, los estudiantes de doctorado y las trabajadoras del laboratorio ya habían sufrido durante un tiempo de todo tipo de problemas: Cansancio sin causa reconocible, empeoramiento de la memoria, dolores de cabeza leves y somnolencia, trastornos digestivos ocasionales, dolores en las extremidades, leves inflamaciones en la boca, resfriados nasales (secreción nasal), sinusitis, etc. Las dificultades se expresaron de manera diferente de persona a persona, por lo que salieron a la luz principalmente en las zonas de menor resistencia. Todos ellos mostraron fatiga y una disminución en la capacidad para realizar tareas mentales (trabajo). Pero nadie tenía la idea de que la causa de ello podría ser la misma para todos nosotros. Sólo la convergencia de varias circunstancias afortunadas / desafortunadas finalmente nos abrieron los ojos.

    En 1921, fuera de presupuesto, habíamos apagado el mucho más caro sistema de ventilación eléctrico del Instituto de Química Kaiser-Wilhelm. Desde mediados de 1923, dos de mis colegas, un asistente y un invitado español, estaban trabajando en medidas de densidad de gases, que requerían mantener una temperatura constante, y por esta razón si era posible se mantenían las ventanas y las puertas cerradas. El trabajo tenía que ser hecho en la primavera de 1924 porque mi asistente quería ir a la industria, y el colega español quería volver a casa. El trabajo se realizó a toda prisa, por lo que nuestra ordinariamente escrupulosa limpieza sufrió en todas las habitaciones. No se prestó atención al mercurio derramado, y gran parte de él se encontraba bajo trípodes, en grietas y rendijas entre los tablones del suelo y las mesas. Así, se dieron las condiciones, y en lugar del lento envenenamiento insidioso por mercurio, se hizo evidente el más fácilmente reconocible envenenamiento agudo por mercurio. El asistente cayó enfermo más gravemente, no sólo con dolores de cabeza, fatiga mental, etc, sino también con un fuerte deterioro corporal, con abscesos dentales y demás. Su hermano, un médico, sospechó que el conjunto de síntomas señalaba al envenenamiento por mercurio. El experimentado investigador de venenos L. Lewin (Louis Lewin, 1850-1929), a quien se consultó, comprobó a todo el personal de laboratorio y declaró que, basándose en su experiencia, estaba seguro de que todos nosotros estábamos sufriendo de envenenamiento por mercurio. De hecho, la prueba mostró (de acuerdo con el procedimiento descrito en la siguiente exposición) mercurio en el aire de las salas de trabajo, así como en la orina de todos los implicados. El contenido de mercurio en el aire de las habitaciones fue muy variado. Dependiendo de los resultados de cada muestra fueron de milésimas o centésimas de mg, es decir, sólo una pequeña fracción de lo que el aire saturado con vapor de mercurio puede acomodar. A temperatura ambiente, tomando una presión de saturación de mercurio de .001 mm como valor base, resultarían aproximadamente 12 mg por metro cúbico. Dado que el hombre respira aproximadamente 1/2 metro cúbico de aire por hora, y la inhalación de mercurio es aparentemente(3) retenida en su mayor parte en los pulmones, sería necesario un período de tiempo muy largo en aire saturado con mercurio antes de sufrir de envenenamiento agudo por mercurio. Sin embargo, transcurre bastante tiempo desde la inhalación de aire con mercurio hasta que el envenenamiento se haga obvio. Durante uno o más años los signos pueden estar limitados a fatiga y una lenta disminución del rendimiento mental y la memoria. Así, el ya mencionado colega español, por ejemplo, mostraba signos externos de inflamación de la cavidad oral sólo muy al final del año en el que estuvo en nuestro laboratorio. Los síntomas llegaron a su clímax meses después de que se hubiera ido, y después de haber cesado la influencia del mercurio. Se había dado cuenta de los efectos mentales mucho antes, sin poder explicar la causa. "Para mí, fue", dijo, "como que me estuve volviendo más y más tonto en Alemania". Y tuve que hacer observaciones similares con mis restantes compañeros de trabajo. Así pues, todos mis estudiantes de doctorado tuvieron dificultades para soportar los rigores de los exámenes de doctorado. Los estudiantes de doctorado y los asistentes se recuperaron después de unos pocos años, una vez dejaron el laboratorio sin ser conscientes del envenenamiento por mercurio. En cuanto a mí, los efectos de las pequeñas cantidades de mercurio aumentaron en el curso de las últimas décadas, como se describe en la siguiente narración.

    Particularmente importante para la intoxicación insidiosa por mercurio es un notable ir y venir de los síntomas. Después de unos pocos días o semanas de un mayor bienestar, a veces de repente, viene un tiempo de enfermedad mayor. Esto también ocurre en forma de frecuentes recaídas durante el período de recuperación. Tan pronto como mi enfermedad había alcanzado su cima, había por regla uno o dos días tolerables. A continuación, el flujo de saliva, las secreciones nasales y la sinusitis, comenzando desde la nariz hasta la garganta y deslizándose hacia abajo hasta los bronquios, volvía a aumentar. Había inflamación en los dientes, mayor fatigabilidad y somnolencia, dolor de cabeza, a menudo también un molesto lagrimeo y diarrea. El dolor de cabeza, la somnolencia y la pérdida de memoria están conectados con la irritación de los nervios que conducen a la parte superior de la nariz, visto en el ya mencionado efecto de la aplicación de cocaína sobre la mucosa nasal.

    Aparentemente hay muchas similitudes entre el envenenamiento insidioso por mercurio y el más conocido envenenamiento por plomo. El segundo se investiga más a fondo, ya que ocurre más a menudo en la industria. Este, también afecta principalmente al sistema nervioso y muestra el mismo patrón de aumento y disminución en el conjunto de síntomas (4). "Tras un período de salud el veneno puede de repente, sin causa, mostrar sus efectos de nuevo evocando un ataque de cólico de plomo u otros síntomas. Este fenómeno sólo puede ser explicado porque el veneno haya quedado retenido por un largo tiempo en un lugar del cuerpo al cual, de repente, la circulación tiene acceso de nuevo ... " (5). Según F. Schuetz y H. Bernhardt (6) el plomo se deposita preferiblemente en el bazo, en la vesícula biliar, y en el cerebro, y se excreta principalmente con la bilis, posiblemente también a través de la pared del colon. Los riñones, en este caso, están menos involucrados en el curso agudo y crónico del envenenamiento. El mercurio parece actuar de manera similar. Tras un año de cesar la exposición al mercurio, no se pudo detectar en mi orina a pesar del hecho de que todavía había señales muy fuertes de la enfermedad. La saliva, sin embargo, todavía contenía mercurio (7).

    Tras haber reconocido la fuente de nuestra enfermedad, nuestra primera preocupación fue cómo protegernos del mercurio en el futuro. Lo primero, por supuesto, era eliminar cuidadosamente todo de las mesas, cajones, rendijas, grietas y juntas, y bajo áreas dañadas del suelo de linóleo, para lo cual un "limpiador de vacío" modificado nos sirvió bien (formado por una conexión de succión y una botella de succión con una larga manguera de goma frente a la cual se unió una boquilla de vidrio ensanchado tipo “quemador de corte”). Tuvimos el linóleo reparado. Todas las grietas en las mesas de trabajo fueron eliminadas. Las esquinas peligrosas entre suelos y la llamada maleza de moldeo fueron redondeadas (masilla, pintado con pintura de aceite) para que fueran más fácilmente accesibles para su limpieza. Allí donde quedaran trípodes durante un largo periodo de tiempo, las juntas entre el trípode y las superficies de la mesas fueron también cerradas con masilla. Todas las superficies abiertas de mercurio sobre cubetas, recipientes de manómetros, etc fueron cubiertos tan completamente como fuese posible con platos de cellón de corte ajustado. Evitamos comer en los locales de trabajo o guardar comida, y tomamos un especial cuidado en limpiarnos las manos (especialmente en lavarnos las uñas) después de manipular mercurio. También pusimos especial atención en que no cayera mercurio en bolsillos y pliegues de las batas de trabajo. Además prestamos toda nuestra atención a la ventilación de las salas de trabajo comprobando que funcionara con análisis del aire (Compare el siguiente memorando). Pronto se hizo evidente que la reinstalación de un fuerte sistema de ventilación (ventiladores muy fuertes en el ático aspiran el aire a través de campanas; el aire fresco entra por canales a través de aletas por encima de las puertas) no era  suficiente para hacer que el aire estuviese libre de mercurio. La situación de nuestro laboratorio es inoportuna porque estamos trabajando particularmente con muchos aparatos de mercurio, donde hay superficies abiertas con mercurio y ocasionalmente su esparcimiento no es completamente evitable. Un factor añadido es que las salas de trabajo en el muy bien construido y amueblado Instituto de Química Kaiser-Wilhelm son tan amplias (varios cientos de metros cúbicos de espacio de aire), que el aire no es renovado con suficiente rapidez por el sistema de ventilación. En este aspecto las habitaciones más pequeñas pueden ser ventajosas porque naturalmente la misma ventilación funciona mejor, y causa una más rápida sustitución del aire (8). Una ventilación suficiente del aire, en este caso, como se vio después, se puede obtener sólo mediante la apertura constante de las ventanas y creando una corriente (regulada por la temperatura, velocidad del viento y dirección). Al mismo tiempo, el sistema de ventilación está funcionando. Debido a que descansa por la noche, el laboratorio está siendo suministrado con aire fresco a través de una apertura amplia de las ventanas. Esta medida se repite al mediodía. De este modo hemos tenido éxito en mantener el aire del laboratorio tan limpio que las trazas son detectables sólo en pequeñas cantidades, y podemos seguir trabajando con nuestros aparatos de mercurio sin temor a tener nuevos problemas de salud.

    Cuando uno trata con mercurio debería prestar mucha atención a las pruebas y limpieza del aire. Uno debería controlar el flujo de aire en el espacio de trabajo (9) y proveer tanto aire fresco como sea posible. No hace falta decir que todo el trabajo con mercurio, si es posible, se debe realizar bajo campanas (10). Esa es la única forma que protegerse de daños con certeza. Estas precauciones son necesarias incluso si uno tiene que elegir entre el camino a través de la Escila del envenenamiento por mercurio y del Caribdis de un resfriado. De acuerdo a nuestras experiencias no se puede realizar una eliminación química del mercurio. Se había sugerido distribuir concentrado de azufre o polvo de zinc en el lugar de trabajo. También probamos con grandes banderas de papel metálico que se colgaban en largas filas desde el techo. Aunque el papel de estaño se amalgama rápidamente si lo pones en un recipiente cerrado cerca del mercurio, en este caso falló: El contenido de mercurio en el aire no disminuyó notablemente, una bandera de estaño (33 X 100 cm de área; pesa 57 g), que se había colgado durante 11 meses sobre un aparato de mercurio, se pesó después. Contenía sólo .005 mg de mercurio.

    La recuperación del envenenamiento insidioso por mercurio, tras la eliminación de la fuente de veneno, ocurre muy lentamente. El profesor Lewin predijo esto, y la evolución de nuestro bienestar lo confirmó. El período de tiempo está visiblemente conectado con la duración de la intoxicación, y posiblemente también con la edad que tengas. Mis compañeros de trabajo que habían salido del laboratorio, afortunadamente, se deshicieron de sus problemas en el transcurso de 1-2 años y han recuperado totalmente la frescura en su capacidad de pensamiento y memoria. Sin embargo, incluso ellos tuvieron que sufrir por un largo tiempo de recaídas no sólo mentales, sino también de naturaleza física (en particular inflamación de la boca). Algunos asistentes y trabajadoras del laboratorio continuaron trabajando aquí donde, por desgracia, no pueden funcionar sin mercurio. Aún hoy, después de dos años, todavía están sufriendo las claramente visibles, aunque en constante disminución, secuelas de la intoxicación. En cuanto a mí, que estuve expuesto a las influencias dañinas durante más de 20 años, la recuperación al parecer está tomando más tiempo. Con todo, he recuperado la capacidad para trabajar. Tuve solo recaídas ocasionales (dolores de cabeza, somnolencia e inflamación leve en la boca). Teniendo en cuenta el curso de la recuperación hasta el momento, no me cabe duda, sin embargo, que mis últimos compañeros de trabajo y yo perderemos nuestros síntomas por completo. Parece que hay que contar con que toma años excretar de nuevo el mercurio que tardó años en acumularse en el cuerpo. En este sentido, el siguiente caso ha sido educativo para mí recientemente, al mismo tiempo que demuestra que es irrelevante para el curso del envenenamiento insidioso por mercurio si el veneno penetra en el cuerpo a través de los pulmones o a través de la piel (11).

    Un asistente médico que había aplicado terapia con bálsamo de mercurio a sus pacientes cayó enfermo en 1905 con estos síntomas (cambios de humor, dolor de cabeza, vértigo), que gradualmente empeoraron (fatiga, dolor de cabeza insoportable, inflamación oral, aflojamiento y pérdida de los dientes, nariz que moquea constantemente, sinusitis, dolor de garganta, zumbido en los oídos, trastornos de audición y de visión). Sólo en 1911 fue reconocido como envenenamiento por mercurio. El hombre dejó de aplicar la terapia de bálsamo, pero todavía necesitó muchos años antes de perder sus síntomas. Después de 1914, cuando se fue a la guerra sufría de dolores de cabeza y somnolencia. Hoy, como de cincuenta y cinco años de edad, es de nuevo la imagen de la salud y se encuentra bastante joven.

    Parece que una intoxicación por mercurio ya existente precondiciona una renovada sensibilidad especial ante una exposición a vapores de mercurio. Algunos de nosotros que, en nuestro trabajo, y también durante errores ocasionales con la ventilación, habíamos entrado en contacto de nuevo con más mercurio, advertimos esto pronto por la fuerte sintomatología tras las recaídas. Esto no es sorprendente, ya que, como el largo período de desarrollo de la enfermedad insidiosa muestra, se debe alcanzar un determinado valor límite antes de que aparezcan síntomas perceptibles. El valor límite ciertamente es rebasado durante un largo tiempo, incluso durante la recuperación, de modo que cada cantidad añadida de mercurio empeora tu bienestar al mismo tiempo.

    Bajo las órdenes del médico tratamos de acelerar la recuperación de varias maneras a través del uso de diuréticos y eméticos, a través de baños calientes y del uso prolongado de pequeñas cantidades de yoduro de sodio. No me da la impresión de que la curación se acelerara particularmente. El yoduro tiene la reputación de llevar el metal a forma soluble desde compuestos insolubles de mercurio orgánico. Esta es la forma en la que probablemente el mercurio queda retenido en el cuerpo. En lo que a mí respecta, no hubo pruebas de que tras la adición de yoduro fuese excretada una cantidad significativamente mayor de mercurio. Ningún progreso se esperaba de los diuréticos, como ya se ha mencionado, ya que la excreción de mercurio en la orina había cesado por completo relativamente pronto. Las artes de sanación son tristemente deficientes en medicamentos que desintoxiquen el mercurio en el cuerpo (12).

    El ejercicio al aire libre es aún más adecuado para hacer que los síntomas sean subjetivamente menos notables. Con leves dolores de cabeza y vértigo Novalgin ha demostrado que vale la pena como paliativo. En definitiva, hay que dejar tiempo para convertirse en maestro sobre este destructor de la paz. Para mí, incluso una estancia de cuatro semanas en las altas montañas y un viaje por mar a latitudes meridionales no trajo casi ningún progreso, (lo que normalmente ocurre con las personas no afectadas), aunque, naturalmente, la relajación mental ayudó a los nervios.

    ¿Por qué no fueron reconocidas nuestras enfermedades tan pronto como sufrimos de envenenamiento por mercurio? Muchas veces me he hecho esta pregunta, no sin autoacusaciones. Las primeras señales, que preceden a los signos orales de lento envenenamiento por mercurio, son poco conocidas por la profesión médica. (13) Se componen únicamente de fatiga, disminución de las habilidades de pensamiento y memoria, leves dolores de cabeza, somnolencia y diarrea ocasional rara. De la misma manera, era poco conocido hasta ahora que la nariz y las restantes vías respiratorias van siendo afectadas en forma de “nariz que moquea” y sinusitis. Pero estos síntomas exactamente aparecieron en mí y los médicos me trataron de manera equivocada, y han sido engañosos en otros casos que he llegado a conocer. Así, uno de mis asistentes fue tratado durante mucho tiempo de una infección en las fosas nasales antes de que saliera a la luz la verdadera causa. Por cierto, un juicio equilibrado de la mala situación se deteriora en quienes se ven afectados debido precisamente a la somnolencia existente: "Quem Mercurius vult perdere, dementat prius" [A quien quiere destruir Mercurio, primero le roba su mente!]

    En este momento me gustaría advertir acerca de una fuente poco conocida de envenenamiento insidioso por mercurio: Son las amalgamas dentales. El profesor Lewin me sugirió una vez, cuando se dio cuenta de mi envenenamiento por mercurio, reemplazar todos los empastes de amalgama - de los cuales tenía un número considerable en mi boca desde la más temprana juventud - con otros empastes. Diciéndome esto, me recordó el caso de un colega universitario que estaba al borde del colapso mental y físico cuando la causa fue encontrada justo a tiempo. Fue encontrada en los numerosos empastes de amalgama derivados de la época en la que era joven. Después de su extracción, le siguió una lenta recuperación. (14)

    Los dentistas solían preferir las amalgamas de cobre y cadmio y ahora utilizan a menudo las llamadas amalgamas de plata para empastes dentales debido a que estas amalgamas son fáciles de trabajar y llenan las cavidades bien. La amalgama de plata es superior a las amalgamas antes nombradas, que se corroen y se deterioran con el tiempo. Sin embargo, también liberan mercurio a temperatura ambiente como los siguientes ensayos (15) nos demuestran:

    Encerramos muestras de amalgama de plata en un tubo de vidrio al vacío, que fue doblado (en el medio) en un ángulo de noventa grados con el fundido final cerrado. La pata horizontal del tubo con la pieza de amalgama se mantuvo caliente a 30-35 grados C; la otra pata sirviendo como receptáculo, fue enfriado con hielo o aire líquido. Luego medimos el mercurio que se había sublimado en el receptáculo en todos los casos.

  • I. Pieza de amalgama cuidadosamente hecha para este propósito por un dentista según el método de vanguardia a partir de polvo metálico y mercurio: 0.801 g. Encerrada por fusión en tubo de vidrio 24 horas después de su fabricación. Calentado (30-35 grados) durante 23 días. Receptáculo en hielo. Mercurio destilado = 11,2 mg
  • II. Igual que el anterior: 0.810 g. Se mantuvo durante tres semanas para hacer que su endurecimiento fuese tan completo como fuese posible. Sólo después de este periodo de tiempo fue encerrada por fusión en tubo de vidrio. Calentado (30-35 grados) durante 12 días. Receptáculo en aire líquido. Mercurio destilado = 15,3 mg
  • III. Pieza amalgama hecha con cuidado usando tan poco mercurio como fuese posible: 1,000 g. Como en II. Se mantuvo a la intemperie durante tres semanas. Calentado (30-35 grados) durante 9 días. Recipiente de hielo. Mercurio destilado = 8,2 mg
  • IV. Empaste de amalgama, que había estado en una pieza dental durante años y había caído: 0.894 g. Calentado (30-35 grados) durante 14 días. Receptáculo en aire líquido. Mercurio destilado = 29,4 mg

    Sin duda, los empastes que fueron usados aquí en el laboratorio habrían permitido que el mercurio se evaporara también en la boca y haber suministrado el aire inhalado con una pequeña cantidad de mercurio, que a la larga tiene que ser perjudicial. Las viejas amalgamas de cobre y cadmio son probablemente aún más perjudiciales.

    Durante algún tiempo, uno de mis compañeros de facultad había estado sufriendo de dolores de cabeza ocasionales y somnolencia cuya causa no podía explicar. Tras extraer sus viejos empastes de amalgama, que habían causado una leve infección cerca del diente en cuestión, sus síntomas desaparecieron gradualmente. Después de ser retirado el empaste se mostraba inestable y mezclado con gotas de mercurio, en todas partes.

    La medicina dental debe prescindir por completo de la aplicación de la amalgama como medio para rellenar los dientes, o al menos, en la medida que sea posible. No hay duda de que muchas quejas tales como fatiga, debilidad de memoria, inflamación bucal, diarrea, falta de apetito, secreción nasal crónica y sinusitis a veces son causados por el mercurio que se ha dirigido al cuerpo desde los empastes de amalgama, tal vez sólo en pequeñas cantidades, pero constantemente. Los médicos deben dar a este hecho, la más seria atención. Entonces probablemente se pondrán de manifiesto que la frívola introducción de las amalgamas como dispositivo de empaste fue un pecado horrible contra la humanidad.

    Los envenenamientos insidiosos por mercurio son ciertamente mucho más comunes de lo que generalmente se pensaba. Esto es particularmente cierto para los químicos y físicos que a menudo tienen que trabajar con él. El gran peligro aquí se nota demasiado poco, y la verdadera causa de los síntomas y la enfermedad a menudo no se reconoce. En la literatura no se encuentra casi nada sobre esto.(16) Desde el descubrimiento de nuestra desgracia me he enterado de cerca de una docena de casos de envenenamiento insidioso por mercurio, justo en el círculo de mis conocidos. Casi siempre tienen los mismos síntomas. A menudo, la causa correcta se perdió y por lo tanto el tratamiento correcto se perdió también. Un ejemplo importante es el de un colega extranjero que había estado trabajando con aparatos de mercurio durante mucho tiempo. Cuando me visitó y le pregunté si alguna vez había sufrido un envenenamiento por mercurio, decidídamente me dijo que no. Tras más preguntas sobre su estado de salud entonces admitió: "Me siento muy mal. Durante años he estado sufriendo de neurastenia y tuve que permanecer lejos del laboratorio de vez en cuando.". Los médicos habían intentado todo tipo de cosas con él. Lo habían tratado del estómago, los intestinos, enfermedad de la caja torácica con una dieta especial, etc. En realidad lo que había estado tratando sin duda fue la intoxicación por mercurio.

    Una de las víctimas inadvertidas de envenenamiento por mercurio fue probablemente Faraday. En las últimas dos a tres décadas de su vida, que llegó a su fin casi a los ochenta años, estaba cada vez más preocupado por problemas de salud, lo que hizo su trabajo científico cada vez más difícil, y jugó un papel importante en sus cartas y en las descripciones de su vida. Fueron diagnosticados por los médicos como neurastenia y arteriosclerosis de inicio temprano. Sus síntomas consistían en, a veces, fatiga mental y física fuerte, "debilidad irritable", dolores de cabeza, vértigo, reuma y más que cualquier otra cosa, constante aumento de pérdida de memoria.(17)

    Faraday, que se salvó de graves enfermedades físicas, fue incluso ya en la vejez un caminante fuerte y nadador. Pero evitó a la gente en el último tercio de su vida. El trabajo científico, incluyendo sus conferencias, continuó con interrupciones largas en la última década de su vida. Es conmovedor leer en las cartas del gran investigador, como iba a menudo a ver a su amigo médico para quejarse acerca de vértigo y dolor de cabeza, de que no podía recordar los nombres, de que estaba perdiendo las conexiones con sus colegas, de que se olvidó de su propio trabajo y notas, que estaba olvidando escribir cartas, y que ya no sabía nada de cómo escribir las palabras. "El órgano afectado es mi cabeza. El resultado es la pérdida de la memoria y la claridad y vértigo". Todos estos síntomas hacen más probable que Faraday sufriera de un envenenamiento insidioso por mercurio de los vapores utilizados en el laboratorio. Te hace temblar pensar cómo, con toda probabilidad, este rico intelecto podría haber sido liberado de este sufrimiento, y qué regalos le podría haber dado a la ciencia si la causa de su enfermedad pudiera haber sido reconocida y corregida.

    Tal vez -el Profesor Jaensch (Marburg) trae esto a mi atención- la misteriosa enfermedad a la que sucumbió el matemático, físico y filósofo Blaise Pascal (1623-1661) cuando aún era joven, fue envenenamiento por mercurio. Pascal trabajó con mercurio en su investigación del bien conocido barómetro. Su padecimiento de dolores de cabeza constantes, vértigo, dolor de muelas, pérdida de apetito y cólicos de larga duración, completan el cuadro de un lento y avanzado envenenamiento por mercurio.

    No cabe duda de que el mercurio, cuyo uso por desgracia no puede ser eliminado en la investigación, ha hecho gran daño a la ciencia en el pasado, como todavía lo hace hoy en día reduciendo la producción de más de un investigador. Que este aviso de hoy en día nos ayude a prestar más atención y evitar los peligros de este insidioso metal.

Referencias.

1. Vgl. Berichte d. Deutschen Chem. Ges. 54 (A), 142 [1921]

2. Und sich sofort deutlich wieder verstärkten, als ich kürzlich infolge eines Versehens bei der Lüftung des Laboratoriums längere Zeit in quecksilberhaltiger Luft zugebracht hatte.

3. Vgl. A. Blomquist, Ber. d. Deutschen Pharmaz. Ges. 23, 29 [1913]

4. Vgl. z. B., was L. Lewin (Archiv f. klin. Chirurgie, Bd. 94 [1911] und an anderen Stellen) über die "pathologisch-familiären", oft neurasthenie-ähnlichen Giftwirkungen des Bleies und über das intermittierende Auftreten der Vergiftungserscheinungen und der Bleiausscheidung sagt.

5. G. Wolff, "Metallvergiftungen im Gewerbeleben", Ch. Z. 49, 389 u. 411 [1925].

6. Die Verteilung des Bleies im Körper bei chronischer Bleivergiftung", Zeitschr. für Hygiene u. Infektionskrankh. 104, 441 [1925].

7. Im Gegensatz zu den Angaben von M. Oppenheim (Über das Auftreten von Quecksilber im Mundspeichel", Archiv f. Dermatologie u. Syphilis 56, 340 [1901]), nach denen das Quecksilber eher im Speichel als im Harn verschwindet.

8. Diese Tatsache erklärt, warum das Arbeiten in manchem kleinen, zunächst in gesundheitlicher Hinsicht schlecht erscheinenden Raume trotz unvorsichtigen Umgehens mit Quecksilber nicht schadet.

9. Regelmäßige Luftströmungen, z. B. von den Fenstern her, können bewirken, daß die Luft an einzelnen Stellen dauernd quecksilberhaltig ist, an anderen nicht.

10. Z. B. auch die bekannten Quarz-Quecksilberdampf-Luftpumpen, bei denen ein warm werdender Schliff mit Quecksilber abgedichtet ist (es empfiehlt sich, ihn mit Wasserkühlung zu versehen), unter einem Abzuge aufstellen.

11. Allerdings nimmt auch bei der Quecksilberschmierkur  ein Teil des Quecksilbers den Weg durch die Lungen.

12. Vgl. hierzu z. B. E. Hesse, "Versuche zur Therapie der Quecksilbervergiftung". Archiv f. experim. Pathologie u. Pharmakologie 107, 43 [1925].

13. Ausführliche Beschreibung der akuten u. chronischen Quecksilbervergiftung: L. Lewin, Lehrbuch der Toxikologie. Bemerkenswert ist, daß auch die chronische Schwefelwasserstoffvergiftung nach Mitteilungen, die mir ein daran bei technischer Tätigkeit erkrankter Fachgenosse machte, ganz ähnliche nervöse Beschwerden auslöst: Kopfschmerz, Schwindel, Gedächtnisverlust und Katarrhe, Reißen. Das Befinden zeigt auch das gleiche Auf und Ab. Dort fehlen aber die Mund- und Verdauungsstörungen.

14. Dieser Kollege gab mir kürzlich eine erschütternde Schilderung der Leiden, die er jahrelang durchgemacht hatte, ehe man die Ursache erkannte.

15. Vgl. hierzu auch: 0. Tammannund 0. Dahl. Z. anorg. u. allgem. Ch. 144,16 [1925].

16. Eine Ausnahme aus neuerer Zeit ist die Mitteilung von A. Blomquist (Ber. d. deutsch. Pharmaz. Ges. 23, 29 (1913]) über eine allgemeine Quecksilberdampf-Vergiftung im Physiologischen Institut der Universität Upsala.

17. Vgl. E. Jentsch, "Faradays Gedächtnisschwäche", Naturwissenschaften 3, 625 und 637 [1915].


Artículo original en Alemán (ver aquí)

Die Gefaehrlichkeit des Quecksilberdampfes, von Alfred Stock (1926)
Zeitschrift fuer angewandte Chemie, 29. Jahrgang, 15. April 1926, Nr. 15, S. 461-466

Traducido al español por Enrique (sinamalgamas@gmail.com)
Abril-Septiembre de 2013, Madrid.

5 comentarios:

  1. Muchas gracias por este artículo Enrique, maravilloso y a la vez descorazonador. Dan ganas de cargarse a alguien. Llevo padeciendo alergias y sinusitis desde hace 25 años.
    Otra cosa, ¿el autor sugiere que el cuerpo es capaz de quelar una parte del mercurio de forma natural?

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  2. Me alegra que te haya gustado Pedro. Sí, el cuerpo tiene capacidad para desintoxicar los metales pesados hasta cierto punto, aunque hay diferencias genéticas que hacen que no todo el mundo lo haga con la misma eficiencia. En el caso del cerebro es más complicado; las autopsias de personas expuestas muestran que décadas después de haber cesado la exposición aún hay mucho mercurio en los tejidos de su cerebro, especialmente en la hipófisis.

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  3. tuve amalgama desde los 6 años hasta los este año en septiembre ahora tengo 18,y senti lo mismo,lo bueno es que investigue tanto que encontre en internet sobre el mercurio, me heche a reir de felicidad porque encontre la causa,cosa que los psicologos o neurologos que fui no pudieron ayudarme, tomare chorella y acido tiotico aunque nose si deba tomarlos juntos y si de por vida, tengo filtraciones en las muelas,aun no encuentro destistas que me saquen por completo la amalgama, creo que los dentistas biologicos saben,pero nose donde hay aqui en Perú.

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    1. Cómo te va igual tengo amalgamas y síntomas parecidos te sacaste las amalgamas? Gracias. Bendiciones

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    2. supomgo en este año2020 ya hay dentista biologico hay uno en facebook cerca a panamericanan norte

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