En 1990 Hahn, Vimy y Lorscheider de la Universidad de Calgary le
colocaron a una oveja 12 empastes que contenían un isótopo radioactivo de mercurio, en el vez del mercurio normal. Tras 30 días la sacrificaron, le quitaron las muelas empastadas a la altura de las encías y le hicieron una
radiografía para ver si había mercurio en su cuerpo y donde había ido a
parar. El resultado se ve en la fotografía siguiente, donde se ve el contorno de la oveja y unas zonas negras correspondientes a las trazas de mercurio. El mercurio fue a parar al hígado, a los riñones, al estómago, a los intestinos y a la zona de la mandívula y las encías.
Foto 1. Distribución del mercurio de las amalgamas puestas a una oveja. |
Después de ver esta imagen ya no me parece tan extraño sentir molestias en las encías o que me sangren al tomar quelantes.