Lo primero que tengo que decir es que durante el fin de semana me encontré realmente bien, tanto mental como físicamente. Un par de días tras las últimas rondas me voy encontrando muy bien, relajado y con la cabeza clara, y lo raro es que permanezco así durante varios días. La úlcera de la boca, el Herpes y la inflamación del ganglio fueron desapareciendo poco a poco.
El día 23 empecé otra ronda con 75 mg de ALA y 250 mg de ascorbato cálcico cada 3 horas. El primer día estuve perfectamente y el segundo día también hasta que llegaron las 21:00 de la noche o así que empecé a sentir un poco de opresión craneal. El dolor fue intensificando y centrándose en la zona de la nuca y estuve hasta las 2 de la mañana sin poder dormir. Ese mismo dolor lo tenía cuando más intoxicado estaba, alrededor de los 22-23 años. Puede confundirse con tortícolis, pero el dolor es más interno, no es en los músculos. En la zona alta de la nuca se encuentran dos de los principales objetivos del mercurio en el cerebro, el cerebelo y el lóbulo occipital, que suelen ser las zonas más perjudicadas tras la glándula pituitaria. La acumulación de mercurio en el lóbulo occipital produce alteraciones sensoriales, entre las más frecuentes está el estrechamiento del campo visual. En casos graves la acumulación de mercurio en el cerebelo produce ataxia (problemas de coordinación motora y equilibrio). Ambas cosas fueron muy comunes en los intoxicados de Minamata. A bajas dósis produce efectos más sutiles. El tecer día me desperté ya sin ese dolor y me encontré bien.
Durante los días posteriores a la ronda no he tenido prácticamente efectos secundarios, salvo algunas fasciculación aislada, acúfenos y tal vez haya estado un poco más despistado. Cosas puntuales y leves.
En esta ronda he vuelto a cambiar las dosificaciones con respecto a las anteriores. He vuelto a 50 mg de ALA y 25 mg de DMSA, pero esta vez cada 2 horas. En las últimas rondas los 100 mg de ALA me han producido brainfog y bastante inquietud al final de las rondas y en las post-rondas. Durante las próximas semanas necesito tener la cabeza en buenas condiciones y estar más relajado, así que he decidido volver a incluir DMSA y reducir la dosis de ALA. Empecé el día 12 y como me fui encontrando bien la acabé tras 5 días. Lo peor ha sido realmente despertarme cada 2 horas por las noches.
Cuando aparece un síntoma por primera vez no se puede saber a ciencia cierta si se debe o no a la
quelación hasta que no vayan pasando las rondas y veamos si ese síntoma se repite, por eso creo que aunque a priori uno crea que un determinado síntoma no se debe a la quelación, apuntarlo es una buena idea.
El primer día tuve algunas fasciculaciones y dolor en la nuca durante un rato. Durante los tres días siguientes me encontré normal; no tuve brainfog ni los síntomas de las rondas anteriores como tensión o inquietud. El quinto día empecé ya a sentirme un poco espeso y me salió una úlcera en la boca, así que paré la ronda al acabar el día.
El primer día tras la ronda me encontré bastante bien. El segundo por la mañana tuve algunas molestias en las encías, fasciculaciones en un gemelo, y acúfenos aunque poco molestos. Ayer me salió un herpes en el labio y un poco en las mucosas de la nariz. Hoy he notado que se me ha inflamado un glanglio linfático en el cuello.
Foto 1. Brote de Herpes simple en el labio superior.
Es curioso que siempre que me ha aparecido herpes labial (y hacía realmente mucho que no lo hacía) ha sido exáctamente en ese mismo lugar. Por pura curiosidad me gustaría saber por qué no me aparece en el labio inferior o en cualquier otra zona como si le pasa a otras personas.
Foto 2. Ganglio linfático inflamado (bajo la oreja).
La ronda en si ha sido una de las más llevaderas que recuerdo, sin embargo, al final ha vuelto la neutropenia, así que tengo cierta contradicción. Con el DMSA parece que los síntomas son más leves durante la ronda (aunque también es cierto que he bajado la dósis de ALA), pero me va deprimiendo el sistema inmune y empiezo a tener problemas con hongos, bacterias y virus. Lo que parece evidente es que no puedo tomar DMSA durante periodos largos.
Mientras se realiza quelación con DMSA es una buena idea hacerse un recuento de glóbulos blancos cada cierto tiempo y es lo que yo debería hacer, pero hasta Abril no me tocan análisis en la seguridad social y ando ajustado de presupuesto. En cualquier caso, me parece que sólo con observar mis síntomas se puede deducir que durante a ronda va descendiendo el número de neutrófilos en sangre y tras la ronda vuelve a aumentar, aunque no sé con demasiada exactitud a que velocidad sucede esto y sería interesante saberlo para poder planificar mejor la quelación. Como en España que yo sepa no es posible conseguir DMPS, seguramente tendré que hacer la mayor parte de la quelación con ALA.
Mientras sea posible es mejor usar ALA junto a DMSA, no sólo porque quela plomo y en circunstancias normales acelera la quelación de mercurio (según Cutler la excreción aumenta alrededor de un 30%), sino porque tomando sólo ALA y sin hacer análisis de heces es dificil estar seguro de que la excreción biliar está funcionando correctamente. Si tuviésemos algún problema de excreción biliar estaríamos movilizando mercurio continuamente mientras excretamos poco o nada. Tomando DMSA y ALA simultaneamente tenemos mayor certeza de que estamos excretando el mercurio aunque pueda ser en menor cantidad de lo que pensamos; sino es via heces será vía orina, aunque lo normal será hacerlo por ambas vías.
Muchas personas sufren problemas de salud producidos por sus empastes de amalgama y desconocen que el mercurio que éstos liberan en su boca es
la causa de ellos. Quienes finalmente lo hemos averiguado lo hemos hecho después de muchos años de padecimientos inexplicables (o ridículamente explicados).
Algunas personas han muerto como consecuencia de estas
intoxicaciones (hay casos documentados en revistas de hace años), por suicidios o complicaciones derivadas del
deterioro que se puede producir durante la intoxicación. Otros se han pasado su vida miserablemente de médico en
médico, resignados, con enfermedades degenerativas y/o estigmatizados con problemas psiquiátricos sin
llegar a recuperarse nunca. Aunque algunas personas piensen que decir esto es alarmista, es símplemente la verdad; no se puede sacrificar a algunas personas para que el resto estén tranquilas.
Todo esto además lo puede deducir quien haya sufrido el problema, por su evolución y su posterior recuperación tras los trabajos dentales, dado que antes de ellos íbamos a peor y con muy malas expectativas, así como por casos con menos fortuna de entre asociaciones de afectados.
Dado que la mayor parte de las personas que aún tienen amalgamas dentales ni siquiera saben que éstas están compuestas por mercurio metálico en un 50%, en caso de darse las circunstancias necesarias para que su salud comience a deteriorarse, será muy complicado que lleguen a asociar sus problemas a ellas, y según en que aspectos les afecte más así acabarán en un médico o en otro, probablemente pasen por varios: endocrinos, internistas, alergólogos, dermatólogos, neurólogos, psicólogos y psiquiatras, para finalmente acabar tomando múltiples fármacos de por vida en el intento de controlar sus síntomas.
La creencia de la mayoría de los médicos en que las intoxicaciones por mercurio sólo se producen en el ámbito laboral (es lo que les dicen sus libros), hace que la toxicidad por mercurio a bajas dosis no forme parte de los procesos de diagnóstico en los sistemas de salud, que los casos existentes no lleguen a registrarse, y en consecuencia que no haya datos oficiales que reflejen la incidencia real de la patología, lo que a su
vez se convierte el argumento principal usado por muchos para seguir afirmando que la amalgama dental es un
material seguro, y para no tomar en consideración la patología en los procesos de diagnóstico (como no se diagnostica, parece que no existe y como no existe no se puede diagnosticar). Luego, los casos que salvando todas las dificultades (que son muchas) se registran en publicaciones, son minimizados como casos rarísimos que no merece la pena tener muy en cuenta.
Lo cierto es que son bastantes los casos publicados tanto por médicos como por los propios afectados. Se sabe que hay distintas circunstancias (mascar chicle, galvanismo...) que multiplican la velocidad a la que se libera el mercurio de los empastes, y que no están controladas ni son conocidas por la inmensa mayoría de pacientes y dentistas, así como que se suma a otras fuentes de exposición (consumo de pescado, vapores en el aire, etc). Se han registrado casos en los que la liberación de mercurio de las amalgamas estaba bastante por encima de lo que se toma como referencia
en los cálculos usados para afirmar su seguridad. Se sabe que una pequeña parte de la población es más propensa a sufrir una reacción adversa con el mercurio, bien por un aclaramiento más lento y/o una mayor sensibilidad a sus efectos neurotoxicos (hipersensibilidad), bien por una mayor respuesta inmune (alergia). Se sabe que si los mecanismos de excreción de metales del cuerpo no funcionan demasiado bien y/o si hay sinergias entre distintos tóxicos, la salud se deteriorará. Se sabe que el tiempo de vida del mercurio en el cerebro es muy largo (probablemente no exista un máximo), y que es ahí y en las glándulas endocrinas precisamente donde más se retiene durante la exposición a bajas dosis. Se sabe que todo el mercurio que no se excreta, se retiene, aumentando la concentración de este en los tejidos, que los límites de exposición laboral están tomados para una parte de la población seleccionada de manera natural por su resistencia al mercurio (trabajadores de la industria) y que ni siquiera en esos casos son seguros en el largo plazo, además de que los síntomas persisten años después de cesar la exposición
La autoridades sanitarias han ido cambiando de opinión lentamente sobre el problema de la exposición al mercurio procedente de amalgamas dentales, y tras reconocerse que son la principal fuente de exposición para la población general (OMS 1991) y tras recibir informes contrarios a su uso, acabaron siendo prohibidas por los gobiernos de Suecia, Noruega y Dinamarca, mientras que por otro lado algunos organismos han seguido afirmando que las amalgamas dentales son seguras (SCENIHR y FDA).
¿Por qué el informe del comité SCENIHR sobre la seguridad de la amalgama dental, que se ha convertido en la posición oficial de la Comisión Europea, fue elaborado por 4 dentistas, 2 veterinarios y 1 toxicólogo? ¿No debería haber sido elaborado por un equipo de toxicólogos competentes en la materia? Probablemente en ese caso las conclusiones hubieran sido distintas, como se puede ver en este artículo, donde se desmontan una por una las conclusiones del SCENIHR, usando toda la evidencia científica disponible, y no sólo una parte.
Incluso si uno cree realmente que los dentistas tienen una formación adecuada para juzgar la seguridad de un material en sus aspectos toxicológicos, ¿no tendría un propietario de patentes de amalgama como la Asociación Dental Americana (quien defiende en la FDA la odontología con mercurio) un conflicto de intereses al juzgar su seguridad?
Muchos odontólogos son reacios a creer que las amalgamas que han estado poniendo durante años han causado muchas historias dramáticas e incluso trágicas, máxime cuando desde los colegios de odontólogos siguen afirmando que son seguras. No culpo a estos odontólogos. De hecho, algunos han sido también víctimas sin saberlo. Es lógico pensar de ese modo si quienes tienen que informarte no lo hacen. No parece verosímil que durante tanto tiempo se haya estado
haciendo algo mal y nadie se haya dado cuenta. Pero lo cierto es que sí ha habido quien se ha dado cuenta, pero estas personas han pasado desapercibidas para la mayoría o se las ha censurado. Personas de ciencia como Alfred Stock, Jaroslav Pleva, Andrew H. Cutler, Bernard Windham o Maths Berlin han alertado en muchas ocasiones y el goteo de intoxicados ha sido constante.
Mención aparte merecen las autoridades sanitarias españolas, cuya actuación ha sido
nula. En cuanto a la representación de quienes defienden el uso de mercurio en la odontología española, véase consejo general de colegios de odontólogos, en su web se pueden leer una serie de "informes" escuetos que su presidente ha debido encargar a algunos dentistas con la intención de demostrar que las amalgamas dentales son seguras y que quien dice lo contrario es un vendedor de composites. Lo único que queda demostrado en ellos es que se ha invertido poco tiempo en hacerlos y que sus autores carecen de competencias para abordar un problema que es para toxicólogos que se hayan documentado. En cuanto a los alegatos con los que se presentan, además de que no ocultan un enorme prejuicio (incompatible con la ciencia), hay que decir que ofenden a las personas que han tenido que vivir una pesadilla a cuenta del mercurio de sus empastes de amalgama. Puedes encontrar en la sección de bibliografía una pequeña parte de la literatura que parecen desconocer estas personas.
En los países donde se prohibió el uso de amalgamas dentales ya se resolvió el problema. Ahora la Comisión Europea estudia su prohibición en toda la UE, aduciendo motivos medioambientales como causa principal (cuestión malentendida por muchos), y así será como tal vez se resuelva el problema político.
Lo esencial es que las personas que tienen empastes de amalgama y han sufrido un inexplicable deterioro de su salud, sepan que el mercurio que estas liberan puede ser la causa de ello, y que en ese caso extraerlas
de manera segura e iniciar una terapia de quelación siguiendo un protocolo seguro (como el de Cutler), es el único tratamiento que necesitan, y que si hasta ahora no han podido obtenerlo ha sido por la inoperancia de las instituciones, y una falta de información a odontólogos y médicos.
Otra ronda con 100 mg de ALA. Esta vez ha ido mal la cosa, no llegue ni a los tres días. Empecé el día 6 y acabé entre el 8 y el 9. No sé si ha llegado a dos días y medio. El último día se me pasaron dos dosis por la noche (no sé si sono la alarma o no), así que tuve que pararla.
El primer día estuve perfectamente. El segundo día empecé a tener brainfog y luego ya tuve que parala. Durante el día siguiente me encontré mejor, pero el segundo día después de la ronda estuve irritable y tenso, con acúfenos y poco lúcido. Las fasciculaciones no han vuelto a aparecer desde que empecé la ronda. Hoy me he despertado casi sin fuerzas para levantarme.
Se me ha acabado la pregnenolona, así que me voy a tomar un descanso de hormonas suprarenales (pregnenolona y DHEA), y de paso veo si noto mucha diferencia.
A veces tenemos uno o varios síntomas de manera frecuente pero viendo escritos sus nombres según la jerga médica no somos capaces de identificalos. Eso es lo que me ha pasado a mi con unos cuantos.
Me he enterado ahora de que uno de los síntomas que me acompaña desde que empecé con la quelación tiene un nombre propio, se llaman fasciculaciones musculares (en inglés muscle twitching). Hasta ahora yo lo llamaba "tics", "pulsaciones musculares" o "palpitaciones musculares". En mi caso han sido leves pero recurrentes. Las he tenido en el oido derecho (desde que empecé con la quelación o tal vez antes), en músculos de al lado del gemelo, en gluteos, en el trapecio y cerca del abdomen. Hoy mismo me he pasado la tarde con ellas en el oido. En el siguiente video se puede ver gráficamente de lo que se trata.
Suelen aparecer en personas con esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica (ALS o enfermedad de lou Gherig's), enfermedad de Lyme o hidrargirismo (intoxicación por mercurio), entre las condiciones más importantes. Parece ser que se debe a una interrupción de las señales nerviosas en las neuronas motoras, causada por tóxicos, virus o factores genéticos, según el caso. En mi caso parece claro que se debe a la exposición al mercurio tras la extracción de las amalgamas y/o a la movilización de mercurio producida por los quelantes, ya que antes de reemplazarme las amalgamas este no era un síntoma frecuente.
Todos mis empastes fueron puestos cuando tenía entre 9 y 11 años. Primero unas cuantas amalgamas y pasado un tiempo, como volví a tener dolor en alguna de las muelas empastadas, el odontólogo me extrajo las amalgamas correspondientes y me hizo un par de endodoncias (tratamiento de canales radiculares o root canal que
dicen los anglosajones), que fueron obturadas con nuevas amalgamas. Luego me hizo algún otro empaste. Al final de todo aquello me quedé con 11 amalgamas en la boca.
Por aquella época
tuve dolores gastrointestinales. De hecho, tras varios días con estos dolores mi padre me llevó a urgencias pensando que podía ser una apendicitis. Ahora sé que se debieron a la exposición al mercurio durante la puesta y extracción de amalgamas. Fueron unos pocos días, pero coincidiendo con aquellos trabajos dentales. Más tarde me ha pasado lo mismo, al retirarme de manera insegura la primera de las siete amalgamas que me quedaban. Nadie me dijo que aquellos empastes eran en un 50% de mercurio y que el mercurio era altamente tóxico.
Entonces no tenía problemas de salud. Recuerdo mi infancia como buena. Tenía bastantes
amigos, y me gustaba mucho relacionarme con otras personas. Acabé el colegio con buenas notas, y pasé al instituto. Cuando tenía ya unos 17 años, empecé a tener algunos síntomas que luego me he dado cuenta de que no eran normales. Primero un aumento de la ansiedad, luego cambios en la percepción. Creo que la percepción de los colores y del espacio
empezaron a ser un poco distintos. En alguna ocasión de repente sentía ansiedad y/o vértigo, y luego como si mi visión fuera a través de un tunel.
Ya había dejado los estudios, y a los 18 años me encontraba algo deprimido y no
disfrutaba con casi nada. Mi personalidad cambió mucho. Durante
aquellos años probé distintas cosas, probé a no fumar, a no beber, hacer deporte, alimentarme bien... Hice todas las cosas que decían los médicos que había que hacer para llevar una vida sana y sentirse bien. Pero el hecho es que hiciese lo que hiciese, yo me seguía encontrando mal, y no sabía por qué.
Cuando tenía unos 19 años, se me rompió una muela de las que tenía endodonciadas
con amalgama. Se fué rompiendo en trozos, y durante los siguientes años mi salud se deterioró muy rápido. Recuerdo que cuando esa muela ya estaba rota, se veía una especie de tornillo a la altura de la encía. Investigando, luego he sabido que aquello que veía se llama poste o perno intra-radicular. Se trata de un pequeño tornillo, que suele ser de titanio (aunque yo lo recuerdo de color dorado), y que a veces se introduce en el conducto radicular para darle mayor estabilidad a la pieza dental, y evitar así su fractura (lo cual fracasó). El tratamiento que había recibido esa muela fue como el del siguiente video, salvo porque en vez de composite se obturó con amalgama de "plata", y no se realizó corona.
Teniendo esto en cuenta, una especial corrosión por rendija (crevice), la corrosión galvánica producida por el conjunto amalgama-saliva-metal, o tal vez una mayor filtración de mercurio a través del canal radicular aceleraron mi intoxicación; probablemente nunca lo sepa con total seguridad. El hecho es que durante casi 3 años me recluí en mi casa por el malestar que me producían las relaciones sociales y tuve una variedad creciente de problemas de salud que me fueron incapacitando completamente. Fue la peor época de mi vida.
Es dificil detallar todas las cosas que me fueron sucediendo. Algunas cosas no las recuerdo, y otras las he tenido que ir reconstruyendo poco a poco. Mi memoria se deterioró mucho.
Lo peor de todo fue el deterioro cognitivo y el malestar psíquico. Me afectó seriamente a la memoria, a
la atención, a la concentración y al lenguaje. Mi estado de ánimo estaba deprimido, y mis emociones eran todas negativas. Mi nivel de ansiedad era bastante alto. Perdí el control de mis ciclos de sueño; a veces dormía por el día y otras veces por la noche. Tenía pesadillas en blanco y negro, pitidos en los oidos y migrañas. Tuve distintos síntomas psiquiátricos. Me sentía como si me estuviese volviendo loco. Me informé todo lo que pude sobre trastornos psicológicos, psiquiátricos y neurológicos, pero cada día me parecia que tenía uno distinto que realmente no explicaba lo que me sucedía. Me mareaba con frecuencia. Un día tuve un ataque epiléptico (sin espuma en la boca) que afortunadamente no volvió a repetirse.
Físicamente, lo que más me preocupaba era la velocidad a la que se me caía el cabello (y cada vez salía más fino), y la gingivitis; me sangraban las encías con frecuencia e incluso se me aflojaban algunos dientes. Usaba cremas dentales para encías sensibles, enjuages bucales, y me lavaba los dientes con frecuencia, pero parecía que todo eso sólo empeoraba el estado de mis encías. Me salían úlceras en la boca y herpes en los labios y en las fosas nasales. Se me inflamaba la parte inferior de la lengua. Mi cuero cabelludo, la zona entre las cejas y la zona entre la nuca y los hombros, producían grasa sin parar. Después de ducharme la piel se me quedaba completamente seca, descamada. Me dolía la zona del cuello, a la altura de la nuca. Me encontraba débil, no tenía mucho apetito y perdía peso. Estaba pálido y muy delgado. A veces se me contraían los gemelos o se me agarrotaban los pies. Mi sistema inmunitario estaba débil; me resfriaba continuamente (no me hacía falta ni salir de casa) y tardaba mucho en recuperarme. Tuve problemas gastrointestinales; a veces tenía retortijones intestinales y diarrea, otras estreñimiento.
Viendo que nada de lo que hacía funcionaba, y que mi vida era insufrible, empezó a cobrar mas fuerza la idea del suicidio (si el infierno existía debía ser algo así). Finalmente fui a un psiquiatra, y le explique que tenía algo así como agorafobia, fobia social y/o trastorno de la personalidad por evitación, y aunque no pude explicarle casi nada de lo que me sucedía (poco le importa a un psiquiatra el resto), conseguí que me recetara paroxetina (un antidepresivo) y lorazepam (benzodiacepinas, un ansiolítico) para reducir la ansiedad. El antidepresivo no me hizo prácticamente ningún efecto, y lo dejé de tomar a los 6 meses. Bien hice, porque luego he sabido que a muchas personas les ha sido complicadísimo dejarlo. Entonces me di cuenta de que a lo único que podía ayudarme la psiquiatría era a arruinarme del todo. Las benzodiazepinas las tomé esporádicamente, y fueron realmente un alivio en los peores momentos, ya que me permitieron hacer algunas cosas que de otro modo me hubiera resultado
imposible hacer, pero sabía que eran adictivas, producían tolerancia y no solucionaban nada.
A los 24 años, gracias a un amigo de infancia, pude trabajar durante unos meses (realmente me dedicaba a mirar, no daba para mucho más). Casi nunca entendía lo que me pretendían decir, era como oir cosas pero sin entender lo que querían decir. Sólo comprendía frases muy sencillas. Mi comunicación era muy básica. Intentaba sonreir y usaba monosílabos. Me costaba un gran trabajo enlazar varias frases. No recordaba las cosas que me decían. Era incapaz de decidirme y pensar con claridad. Cosas insignificantes me producían un malestar emocional grande. Me tenía que poner muchas capas de ropa para salir a la calle; era muy sensible al frío. A veces iba a trabajar sin haber dormido porque no podía mantener el horario de sueño. Tras unos pocos meses, el jefe me despidió, como era lógico. Yo seguía deprimido y con mucha ansiedad.
Por entonces me extraje las 4 muelas del maxilar inferior en las que tenía amalgamas (me quedaron las del maxilar superior). La que se había roto ya no tenía absolutamente nada de amalgama, y la de la otra endodoncia parecía haber perdido parte de su volumen. Previamente había tenido un brote de candidiasis oral, y a raiz de eso llegué a la web de la asociación mercuriados. Fue la primera noticia que tuve sobre la presencia de mercurio en las amalgamas dentales, y recuerdo que mi sensación fue de paranoia (como de costumbre), tanto que preferí creer que no era cierto. Entonces no me parecía creible que unos empastes que muchísima gente llevaba, pudieran ser la causa de tantos problemas, así que realmente no creí que eso fuera a solucionar mis problemas, pero aún así pensé que sacándome esas muelas, al menos tal vez desaparecieran algunos de los síntomas orales (candidiasis, úlceras, inflamación de la parte inferir de la lengua). Por entonces, simplemente ir al dentista y explicarle lo que quería, ya era algo realmente complicado para mi.
Como tenía poco dinero y todo me agobiaba mucho, creí que lo más sencillo era extraer al completo las
muelas en mal estado. Perder cuatro muelas fue lo mejor que me pasó en ese momento. Ójala lo hubiese hecho antes. A partir de entonces empezó una lenta mejoría, aunque con temporadas de estar bien y otras de estar mal. Fueron desapareciendo muchos síntomas y la sensación de malestar dejó de ser tan intensa. Cognitivamente tardé bastante en recuperarme. Aunque con bastantes dificultades, volví a estudiar y volví a trabajar. No llegué a saber lo que me había pasado. Llegué a la conclusión de que no tenía explicación y que ya que estaba mejor no debía perder el tiempo en buscar explicaciones; así que me quedé con una especie de idea de "milagro".
Hasta hace poco me seguían quedando 7 amalgamas en el maxilar superior. Casi por casualidad, un día mi novia me habló sobre el problema de las amalgamas dentales, y me insistió en que debería quitarme las que aún tenía. A partir de ahí volví a replantearme la idea de que mis amalgamas podrían haberme causado todo aquello. Poco después dí con el libro de Andrew H. Cutler: Amalgam Illness: Diagnosis and Treatment, y a partir de ahí, según lo fui leyendo, lo que nunca había tenido sentido, de golpe, lo cobró completamente. Recuerdo que años atras, en mis busquedas por internet sobre los síntomas que tenía (pesadillas, pitidos en los oidos, fobia...), llegue hasta la página web de Cutler, pero al leer la cantidad de enfermedades para las cuales decía tener la cura, simplemente cerré el navegador porque me pareció una charlatanería. Craso error...
Tampoco he llegado a estar del todo bien, con periodos de estar bien y otros de estar mal (tal y como anticipa Cutler respecto a quienes se quitan las amalgamas pero no eliminan el mercurio que ha quedado acumulado en su cuerpo), así que decidí hacer caso a Cutler, reemplazar las amalgamas que aún me quedaban, empezar con la quelación, e ir contando los resultados en este blog.
Antes de empezar la quelación aún tenía un bajo umbral de estrés, incapacidad para controlar los horarios de sueño (sin ayuda de melatonina), acúfenos, estreñimiento, intolerancia a la glucosa, tensión muscular, obstrucción nasal, desorden de la ATM, algunos problemas de atención, mala memoria a corto plazo, momentos de nerviosismo/aceleración o alteraciones emocionales, (aunque mucho mejor que años atrás)...
Pues nada, quise hacer una última ronda antes de acabar el año, así que los días 28, 29 y 30 estuve con 100 mg de ALA cada 2 horas y 24 minutos, como en la anterior. La ronda ha ido bastante bien. Durante el primer día me encontré igual que antes de empezar, el segundo día estuve un poco más inquieto y por la noche tuve algunas molestias leves en las encías, el tercer día también estuve más inquieto (como que necesitas moverte pero tampoco estás muy agusto con nada) y estuve un poco más ausente.
Durante estos días posteriores a la ronda me he encontrado más inquieto (una inquietud de tipo nervioso-muscular, no mental) y he tenido en algún momento pulsaciones musculares, pero nada grave. Por lo demás todo bien, mentalmente he estado bien; sin problemas para leer.