Mostrando entradas con la etiqueta intoxicación por mercurio síntomas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta intoxicación por mercurio síntomas. Mostrar todas las entradas

jueves, 3 de enero de 2013

La historia de mi intoxicacion con mercurio

    Todos mis empastes fueron puestos cuando tenía entre 9 y 11 años. Primero unas cuantas amalgamas y pasado un tiempo, como volví a tener dolor en alguna de las muelas empastadas, el odontólogo me extrajo las amalgamas correspondientes y me hizo un par de endodoncias (tratamiento de canales radiculares o root canal que dicen los anglosajones), que fueron obturadas con nuevas amalgamas. Luego me hizo algún otro empaste. Al final de todo aquello me quedé con 11 amalgamas en la boca.

    Por aquella época tuve dolores gastrointestinales. De hecho, tras varios días con estos dolores mi padre me llevó a urgencias pensando que podía ser una apendicitis. Ahora sé que se debieron a la exposición  al mercurio durante la puesta y extracción de amalgamas. Fueron unos pocos días, pero coincidiendo con aquellos trabajos dentales. Más tarde me ha pasado lo mismo, al retirarme de manera insegura la primera de las siete amalgamas que me quedaban. Nadie me dijo que aquellos empastes eran en un 50% de mercurio y que el mercurio era altamente tóxico.

   Entonces no tenía problemas de salud. Recuerdo mi infancia como buena. Tenía bastantes amigos, y me gustaba mucho relacionarme con otras personas. Acabé el colegio con buenas notas, y pasé al instituto. Cuando tenía ya unos 17 años, empecé a tener algunos síntomas que luego me he dado cuenta de que no eran normales. Primero un aumento de la ansiedad, luego cambios en la percepción. Creo que la percepción de los colores y del espacio empezaron a ser un poco distintos. En alguna ocasión de repente sentía ansiedad y/o vértigo, y luego como si mi visión fuera a través de un tunel.

   Ya había dejado los estudios, y a los 18 años me encontraba algo deprimido y no disfrutaba con casi nada. Mi personalidad cambió mucho. Durante aquellos años probé distintas cosas, probé a no fumar, a no beber, hacer deporte, alimentarme bien... Hice todas las cosas que decían los médicos que había que hacer para llevar una vida sana y sentirse bien. Pero el hecho es que hiciese lo que hiciese, yo me seguía encontrando mal, y no sabía por qué.

   Cuando tenía unos 19 años, se me rompió una muela de las que tenía endodonciadas con amalgama. Se fué rompiendo en trozos, y durante los siguientes años mi salud se deterioró muy rápido. Recuerdo que cuando esa muela ya estaba rota, se veía una especie de tornillo a la altura de la encía. Investigando, luego he sabido que aquello que veía se llama poste o perno intra-radicular. Se trata de un pequeño tornillo, que suele ser de titanio (aunque yo lo recuerdo de color dorado), y que a veces se introduce en el conducto radicular para darle mayor estabilidad a la pieza dental, y evitar así su fractura (lo cual fracasó). El tratamiento que había recibido esa muela fue como el del siguiente video, salvo porque en vez de composite se obturó con amalgama de "plata", y no se realizó corona.


   Teniendo esto en cuenta, una especial corrosión por rendija (crevice), la corrosión galvánica producida por el conjunto amalgama-saliva-metal, o tal vez una mayor filtración de mercurio a través del canal radicular aceleraron mi intoxicación; probablemente nunca lo sepa con total seguridad. El hecho es que durante casi 3 años me recluí en mi casa por el malestar que me producían las relaciones sociales y tuve una variedad creciente de problemas de salud que me fueron incapacitando completamente. Fue la peor época de mi vida.

   Es dificil detallar todas las cosas que me fueron sucediendo. Algunas cosas no las recuerdo, y otras las he tenido que ir reconstruyendo poco a poco. Mi memoria se deterioró mucho.

   Lo peor de todo fue el deterioro cognitivo y el malestar psíquico. Me afectó seriamente a la memoria, a la atención, a la concentración y al lenguaje. Mi estado de ánimo estaba deprimido, y mis emociones eran todas negativas. Mi nivel de ansiedad era bastante alto. Perdí el control de mis ciclos de sueño; a veces dormía por el día y otras veces por la noche. Tenía pesadillas en blanco y negro, pitidos en los oidos y migrañas. Tuve distintos síntomas psiquiátricos. Me sentía como si me estuviese volviendo loco. Me informé todo lo que pude sobre trastornos psicológicos, psiquiátricos y neurológicos, pero cada día me parecia que tenía uno distinto que realmente no explicaba lo que me sucedía. Me mareaba con frecuencia. Un día tuve un ataque epiléptico (sin espuma en la boca) que afortunadamente no volvió a repetirse.

    Físicamente, lo que más me preocupaba era la velocidad a la que se me caía el cabello (y cada vez salía más fino), y la gingivitis; me sangraban las encías con frecuencia e incluso se me aflojaban algunos dientes. Usaba cremas dentales para encías sensibles, enjuages bucales, y me lavaba los dientes con frecuencia, pero parecía que todo eso sólo empeoraba el estado de mis encías. Me salían úlceras en la boca y herpes en los labios y en las fosas nasales. Se me inflamaba la parte inferior de la lengua. Mi cuero cabelludo, la zona entre las cejas y la zona entre la nuca y los hombros, producían grasa sin parar. Después de ducharme la piel se me quedaba completamente seca, descamada. Me dolía la zona del cuello, a la altura de la nuca. Me encontraba débil, no tenía mucho apetito y perdía peso. Estaba pálido y muy delgado. A veces se me contraían los gemelos o se me agarrotaban los pies. Mi sistema inmunitario estaba débil; me resfriaba continuamente (no me hacía falta ni salir de casa) y tardaba mucho en recuperarme. Tuve problemas gastrointestinales; a veces tenía retortijones intestinales y diarrea, otras estreñimiento.

    Viendo que nada de lo que hacía funcionaba, y que mi vida era insufrible, empezó a cobrar mas fuerza la idea del suicidio (si el infierno existía debía ser algo así). Finalmente fui a un psiquiatra, y le explique que tenía algo así como agorafobia, fobia social y/o trastorno de la personalidad por evitación, y aunque no pude explicarle casi nada de lo que me sucedía (poco le importa a un psiquiatra el resto), conseguí que me recetara paroxetina (un antidepresivo) y lorazepam (benzodiacepinas, un ansiolítico) para reducir la ansiedad. El antidepresivo no me hizo prácticamente ningún efecto, y lo dejé de tomar a los 6 meses. Bien hice, porque luego he sabido que a muchas personas les ha sido complicadísimo dejarlo. Entonces me di cuenta de que a lo único que podía ayudarme la psiquiatría era a arruinarme del todo. Las benzodiazepinas las tomé esporádicamente, y fueron realmente un alivio en los peores momentos, ya que me permitieron hacer algunas cosas que de otro modo me hubiera resultado imposible hacer, pero sabía que eran adictivas, producían tolerancia y no solucionaban nada.

   A los 24 años, gracias a un amigo de infancia, pude trabajar durante unos meses (realmente me dedicaba a mirar, no daba para mucho más). Casi nunca entendía lo que me pretendían decir, era como oir cosas pero sin entender lo que querían decir. Sólo comprendía frases muy sencillas. Mi comunicación era muy básica. Intentaba sonreir y usaba monosílabos. Me costaba un gran trabajo enlazar varias frases. No recordaba las cosas que me decían. Era incapaz de decidirme y pensar con claridad. Cosas insignificantes me producían un malestar emocional grande. Me tenía que poner muchas capas de ropa para salir a la calle; era muy sensible al frío. A veces iba a trabajar sin haber dormido porque no podía mantener el horario de sueño. Tras unos pocos meses, el jefe me despidió, como era lógico. Yo seguía deprimido y con mucha ansiedad.

    Por entonces me extraje las 4 muelas del maxilar inferior en las que tenía amalgamas (me quedaron las del maxilar superior). La que se había roto ya no tenía absolutamente nada de amalgama, y la de la otra endodoncia parecía haber perdido parte de su volumen. Previamente había tenido un brote de candidiasis oral, y a raiz de eso llegué a la web de la asociación mercuriados. Fue la primera noticia que tuve sobre la presencia de mercurio en las amalgamas dentales, y recuerdo que mi sensación fue de paranoia (como de costumbre), tanto que preferí creer que no era cierto. Entonces no me parecía creible que unos empastes que muchísima gente llevaba, pudieran ser la causa de tantos problemas, así que realmente no creí que eso fuera a solucionar mis problemas, pero aún así pensé que sacándome esas muelas, al menos tal vez desaparecieran algunos de los síntomas orales (candidiasis, úlceras, inflamación de la parte inferir de la lengua). Por entonces, simplemente ir al dentista y explicarle lo que quería, ya era algo realmente complicado para mi.

   Como tenía poco dinero y todo me agobiaba mucho, creí que lo más sencillo era extraer al completo las muelas en mal estado. Perder cuatro muelas fue lo mejor que me pasó en ese momento. Ójala lo hubiese hecho antes. A partir de entonces empezó una lenta mejoría, aunque con temporadas de estar bien y otras de estar mal. Fueron desapareciendo muchos síntomas y la sensación de malestar dejó de ser tan intensa. Cognitivamente tardé bastante en recuperarme. Aunque con bastantes dificultades, volví a estudiar y volví a trabajar. No llegué a saber lo que me había pasado. Llegué a la conclusión de que no tenía explicación y que ya que estaba mejor no debía perder el tiempo en buscar explicaciones; así que me quedé con una especie de idea de "milagro".

   Hasta hace poco me seguían quedando 7 amalgamas en el maxilar superior. Casi por casualidad, un día mi novia me habló sobre el problema de las amalgamas dentales, y me insistió en que debería quitarme las que aún tenía. A partir de ahí volví a replantearme la idea de que mis amalgamas podrían haberme causado todo aquello. Poco después dí con el libro de Andrew H. Cutler: Amalgam Illness: Diagnosis and Treatment, y a partir de ahí, según lo fui leyendo, lo que nunca había tenido sentido, de golpe, lo cobró completamente. Recuerdo que años atras, en mis busquedas por internet sobre los síntomas que tenía (pesadillas, pitidos en los oidos, fobia...), llegue hasta la página web de Cutler, pero al leer la cantidad de enfermedades para las cuales decía tener la cura, simplemente cerré el navegador porque me pareció una charlatanería. Craso error...

   Tampoco he llegado a estar del todo bien, con periodos de estar bien y otros de estar mal (tal y como anticipa Cutler respecto a quienes se quitan las amalgamas pero no eliminan el mercurio que ha quedado acumulado en su cuerpo), así que decidí hacer caso a Cutler, reemplazar las amalgamas que aún me quedaban, empezar con la quelación, e ir contando los resultados en este blog.

   Antes de empezar la quelación aún tenía un bajo umbral de estrés, incapacidad para controlar los horarios de sueño (sin ayuda de melatonina), acúfenos, estreñimiento, intolerancia a la glucosa, tensión muscular, obstrucción nasal, desorden de la ATM, algunos problemas de atención, mala memoria a corto plazo, momentos de nerviosismo/aceleración o alteraciones emocionales, (aunque mucho mejor que años atrás)...